domingo, 10 de mayo de 2015

El boom de la Criminología y los CSI criollos


De izquierda a derecha: Gastón Intelisano (técnico forense), Hernán Racciatti (experto en ciberdelito), María Laura Quiñones Urquiza (perfiladora criminal) y Natacha Alvarez (criminalística) / Ariel Grinberg.



Tendencias.La agenda de casos policiales hace crecer el interés por las disciplinas criminalísticas. Cuatro expertos cuentan por qué se dedicaron a esta profesión y dan las claves para la búsqueda científica de pístas.

Quisqunque tactus vestigia legat". El enunciado en latín forma parte de la teoría del "Principio de intercambio" del francés Edmond Locard, el padre de la criminalística. Significa que todo contacto deja una huella. Que el criminal deja algo suyo en la escena del delito, al tiempo que se lleva algo del lugar.

Ese principio fue referido en buena parte de la literatura criminalística. Y tomado por cientos de libros policiales y ahora series de televisión, que usan ese punto de partida para tejer sus historias. Las figuras y los imaginarios del investigador son infinitos, desde el duro y desencantado Philip Marlowe, el detective creado por el gran Raymond Chandler, a las modernas versiones de la serie CSI o la realidad del caso Alberto Nisman, que convirtió a la Argentina en un país de 40 millones de comentaristas forenses, peritos balísticos y expertos en todo.

A raíz de estos casos resonantes y del impacto de las series, se quintuplicó el interés de los jóvenes por carreras relacionadas con la criminalística, según las consultas al buscador de la Guía del Estudiante (www.estudios.com.ar). "Hace un año, hubo 1.754 visitas vinculadas a esta carrera, mientras que apenas después del caso Nisman, la cifra trepó a 8.362. En los últimos dos años, hubo 60 mil personas que husmearon por este rubro y hoy, Criminalística es la carrera más consultada de las 10.159 que constituyen la oferta educativa argentina", sostiene Juan Lázara, experto en orientación vocacional y editor de la guía.

Carlos Alegretti, profesor del Instituto Universitario de la Policía Federal Argentina, suma un dato: "Nosotros disponemos de un cupo de 90 alumnos, pero este año tuvimos que subirlo a 150 y crear más comisiones, porque se anotaron 800 aspirantes, que al egresar pueden trabajar en las fuerzas de seguridad o en la actividad privada". Pese al entusiasmo, este especialista pone un toque de atención a las expectativas: "Muchos vienen con una gran fantasía, pero abandonan en el camino porque se encuentran con materias como física, matemáticas y química. Yo les digo que esto no es CSI ni Criminal Minds, que debemos ayudar al esclarecimiento de un hecho y conformar una prueba".Esta es la historia de profesionales jóvenes que buscan las pistas a la que se refería el francés Locard. Son auxiliares de la Justicia, que pueden convertir un indicio en evidencia esencial.

Nada de muñecas. En su casa de Ituzaingó, Natacha Alvarez jugaba a los detectives. Cuando terminó la secundaria y decidió estudiar Criminalística en la Universidad de Morón, su hermano le dijo que estaba "quemada" y algunos amigos que no podía ser tan morbosa. A ella le importaron poco esas opiniones. Transitó las materias complejas, se recibió y ahora trabaja en el Equipo Forense de Investigación Criminal, (EFIC). "Lo que más me interesa es la investigación de homicidios y la balística. Ya participé en varias pericias de ese tipo, en las que podés determinar la distancia de disparo, el ángulo de incidencia del proyectil, la trayectoria de la bala, la posición de la víctima y el victimario, entre otras cosas", cuenta Alvarez, que con 23 años es una de las más jóvenes del gabinete de investigación, a cargo de Luis Alberto Olavarría.

Como muchas chicas de su generación, Natacha es fanática de series policiales y de investigación de crímenes. Mientras avanzaba en su carrera, fue perdiendo la inocencia. Y se dio cuenta de que los tiempos de las películas y las series son diferentes a los reales. "En un capítulo, te muestran cómo encontraron al homicida, al ladrón o al criminal. ¡Y nunca es así! Los peritajes llevan tiempo, tenés que evaluar muchas cosas y no un simple indicio. Tenemos que demostrar cada una de nuestras palabras con hechos científicos. CSI no me gusta porque ahí todo es perfecto. Yo hice un curso de auxiliar de autopsias y te puedo asegurar que la tele está muy lejos de la realidad. El cuerpo te pega, te choca... Es complicado. Después te acostumbrás y lo ves como un objeto de estudio".

"Un profesor de la facultad dijo algo que me quedó grabado: ‘La Argentina es el único país del mundo que dice tener un 100% de determinación sobre la causa de una muerte. Muchas veces los indicios que tenés no son suficientes. Si actuás con imprudencia podés terminar inculpando a un inocente. Un buen perito debe tener criterio y, principalmente, humildad, para saber decir ‘no sé' ó ‘esto no se puede determinar'. Por otro lado, es muy gratificante poder establecer qué sucedió y que el responsable reciba su castigo".

No hay crimen sin tecnología. Hernán Racciatti indaga en su notebook. La máquina es parecida a las otras que se ven en el bar, salvo por una cosa: tiene un pequeño sticker tapando el lente de la cámara web. "Lo que envíes por mail alguien lo puede leer. Si tenés algo privado para charlar no lo digas por WhatsApp. Y alguien podría activar mi cámara a través de un acceso remoto. ¿Es paranoico pensarlo? Quizá sí. Las tecnologías nos facilitan las cosas, pero también es factible que sucedan esos ataques", analiza este especialista en seguridad de la información.

Racciatti estudió programación en los ‘90, cuando Internet era una rareza. Y se interesó por los temas de seguridad cuando no era una especialidad dentro de la informática. "La gente no entendía lo que yo hacía. Con el tiempo, dejé mi puesto de gerente de sistemas y me dediqué de lleno a estos temas. Mis clientes eran fuerzas de seguridad y grandes compañías. Con el tiempo, el interés del público fue creciendo y cada vez más usuarios quisieron proteger su información", enumera Racciatti, experto en ethical hacking. Su función: evitar el accionar de cibercriminales.

"En los últimos años, casi no hay delito en el que no intervenga la tecnología, y muchas de esas cosas pueden jugar a favor de los investigadores. A partir de un teléfono celular, se pudo detectar la ubicación de una persona. O por una fotografía se comprobó que alguien chequeó su información a tal hora. Es una herramienta más a disposición del investigador, que cada vez toma más relevancia. Es así que existen los informáticos forenses", explica Racciatti.

Conocidos suyos le dicen: "A vos, nunca te dejaría tocar mi computadora". Es que él sabe, como los delincuentes, seguir la ruta para comprometer la seguridad de la información. "Yo les digo: ‘Tranquilos, que los cerrajeros saben cómo abrir puertas y... ¿acaso eso hace que se metan en tu casa? ¿Eso los convierte en ladrones? Claro que no'. Sólo conocen cómo funcionan las cosas. Y eso a mí, desde chico, me fascina."

Notarios de la muerte. El suicidio de un ferretero, que había elegido como última vestimenta su traje de casamiento, puso a Gastón Intelisano frente a su propio destino. Él, un joven que buscaba definir su vocación, estaba de visita en la Policía Federal, cuando le dijeron: "Hay un hecho, ¿querés venir?". Y allá fue, intrigado por el accionar de los que trabajan de puntillosos notarios de la muerte.Ese mismo día, de hace 15 años, fue a otras tres escenas del crimen. Y desde entonces hasta hoy -primero como pasante, después como profesional-, Gastón asistió a más de mil autopsias.

Hoy es licenciado en Criminalística, radiólogo y técnico forense. Se encarga de hacer escisiones de los cadáveres y extrae los órganos que revisarán médicos legistas para hacer el informe final.

"Cuando era chico, me regalaron un microscopio que despertó mi curiosidad y siempre me fascinaron los temas vinculados a la ciencia. En mi secundaria en Villa Bosch, entré al laboratorio, lleno de esqueletos y tubos de ensayo, y confirmé que por ahí andaba lo mío", cuenta Gastón a Viva, mientras en su mano tiene un bisturí.

Gastón empezó a estudiar Ciencias del Ambiente en la Universidad Católica de Salta, porque, en ese entonces, Criminalística solo podía ser cursada por miembros de las fuerzas de seguridad. Pero en 2000 se hizo una reforma y la carrera pasó a ser abierta para todos los ciudadanos. Gastón se inscribió el día en que se estrenaba en Buenos Aires la película El coleccionista de huesos.

Mantuvo la beca, pudo hacer prácticas en Gendarmería y aprendió a manejar armas, esencial para saber cómo las usan los criminales: "Balística era una materia súper interesante. Tiré con revólver, pistola y fusil, teníamos que aprender adónde encontrar evidencia y saber cómo desarmar un arma. Luego pasabas a Medicina Legal, Química Forense, al estudio del ADN en manchas de sangre, un programa muy completo".Tanto aprendió y tenía para contar que se hizo escritor, pionero en Argentina de los policiales donde los protagonistas son forenses. Sus tres primeras novelas (Modus operandi, Epicrisis y Error de cálculo) reflejaron con ficción mecanismos de la realidad y generaron entusiasmo en lectores, que vieron en la escritura de Intelisano un foco original del género.

Gastón mira series, pero como entretenimiento, más que por su tono aleccionador: "Las series forenses me gustan cuando divulgan al público el trabajo que hacemos, pero no cuando se van a la fantasía y dejan entrever que encontrás un pelo y resolvés un crimen. Eso provoca a veces una idea distorsionada de lo que debe ser nuestra eficacia".

Perfiladora criminal. Mira doscientas fotos, las despliega sobre la mesa, las agrupa, separa algunas. Con la punta de su índice carmín señala tres velas: "Se trata de un ritual". Repasa las imágenes donde yace una mujer, lee el informe de la autopsia. Fija su atención en los detalles: hay ataduras, nudos tensos, "más de los necesarios para el fin que se buscaba". María Laura Quiñones Urquiza activa los protocolos para trazar un perfil lo más certero posible del criminal.

"Lo primero que evaluamos es el modus operandi del delincuente, el método que utilizó para cometer su delito, que tiene tres objetivos: ocultar la identidad, ejecutar la violación o el crimen, y tener un escape efectivo", explica la experta. Quiñones Urquiza estudió cuatro años de Psicología en la Universidad Kennedy, pero viró de enfoque y completó la diplomatura en Criminología, Criminalística y Derechos Humanos en la Universidad de la Policía Federal.

Busca luego la "firma" del criminal en su acción, es decir su huella psicológica, y presta atención a los informes de los peritos que van al lugar y describen si el escenario del crimen tiene características de simulación, alteraciones de la ubicación en que estaba la víctima y el método del ataque: "Hay que reconstruir la interacción entre la víctima, el victimario y el lugar del hecho".

En los casos de violación, "las verbalizaciones son claves, porque no es lo mismo el que insulta a su víctima mientras la viola, que el que fantasea con enamorarla o el que se hace el que la cuida. Los violadores tienen una distorsión cognitiva, cuando escuchan un ‘no', piensan que la víctima le está diciendo que sí".

Los perfiladores elaboran sus informes mediante categorías preestablecidas y tipologías criminales. La especialidad de Quiñones Urquiza es la descripción de "agresores en serie", tema de su próximo libro.

"Es increíble, pero cuando luego de hacer mi trabajo tengo acceso al rostro de estos hombres, coinciden con el perfil que tracé", dice Quiñones, que se dedica también a la divulgación de su especialidad y ha publicado estudios con los profesionales más destacados. Una buscapistas genuina.

Fuente:http://www.clarin.com/viva/Revitsa_Viva-CSI-Nisman-Criminologia_0_1354664640.html