lunes, 25 de agosto de 2008

Burgos: el descuartizador de Constitución


Crónicas rojas / 10 crímenes argentinos

Primero fue el torso, después las piernas, más tarde la cabeza. Corría el verano de 1955 cuando estos macabros hallazgos espantaron a los porteños. Era el cadáver despedazado de una mucama de 27 años que había encontrado la muerte de la mano del amor

¿Qué novedad traía el carnaval de 1955? Ninguna, pensaban los periodistas en aquel tórrido febrero. Salvo que el disfraz de moda ya no era el del Zorro, ni el de oso Carolina, sino el de marciano con antenitas. Los mejores bailes fueron los del Club Comunicaciones, donde tocaron las orquestas de Ray Nolan, Ary Barroso y Aníbal Troilo. Aquel verano, Pichuco estrenó Fangal, un tangazo póstumo de Discépolo.

Sin embargo, aquel verano que pintaba para aburrido sería luego recordado como… el verano del crimen.

La mañana del viernes 19 de febrero de 1955, en un paraje llamado Loma Hermosa, a cuatrocientos metros de la estación Hurlin­gham, en el noroeste del Gran Buenos Aires, un cura que caminaba cerca de la fábrica de cajas de cartón La Holandesa había encontrado el torso de una mujer descuartizada.

La luz roja se encendió en las redacciones. El viernes siguiente, 26 de febrero, en un desolado rincón del sur de la ciudad, donde se juntan la avenida Cruz y la calle Pedernera, se encontró un envoltorio similar: eran las dos extremidades inferiores, desde el pie hasta la rodilla, además de un muslo.

El horror se desató en Buenos Aires cuando, pocas horas después, un marinero de la chata Sheop, que navegaba por el Riachuelo, avistó un objeto raro que flotaba a la altura de la calle Martín Rodríguez. La Prefectura rescató un canasto de alambre con el consabido paquete: contenía una cabeza de mujer, los brazos, alguna ropa.

Comenzaron a circular todo tipo de rumores. ¿Eran los restos de una única mujer o de varias? ¿La ciudad estaba amenazada por un asesino feroz, un Jack el Destripador porteño? La prensa filtraba con cuentagotas detalles macabros que erizaban a la población y multiplicaban la psicosis. El asesino había limado las yemas de los dedos de su víctima. Los envoltorios no tenían ni una gota de sangre. ¿Dónde había sido asesinada? Una primera conclusión se imponía: la habían matado, desangrado y después cortado en partes.

Se convocó a los mejores forenses, como el doctor Francisco Fablet, para que analizaran los restos. El médico respondía así las preguntas de la prensa:

–¿Cómo fue despedazada la mujer?

–Con un serrucho y por lo menos dos cuchillos. La cabeza fue seccionada en el nivel de la quinta vértebra cervical.

–¿El asesino tenía conocimientos para realizar esas mutilaciones?

–Podría ser, pero no es seguro.

Muñeca rota
En la Morgue Judicial de la calle Viamonte, los restos fueron "rearmados" como pedazos de una muñeca rota. La cabeza había estado sumergida en el agua del Riachuelo varias semanas. Ni siquiera se distinguía el color de los cabellos. Algunos porteños hicieron horas de cola en la puerta de la Morgue para ver el cuerpo.

Los cirujanos del hospital Argerich advirtieron un detalle revelador. La mujer muerta tenía una cicatriz en el hombro que sólo podía provenir de una operación poco común: una osteosíntesis, destinada a solucionar una fractura de clavícula. Había dos cirujanos que practicaban esta cirugía en la Argentina. Así fue identificada la mujer cortada en pedazos.

Se llamaba Alcira Methyger. Veintisiete años. Nacida en Salta. Empleada doméstica. Había sufrido un accidente de tránsito en 1954, por el cual había sido operada. Ultimo domicilio conocido, Bernardo de Irigoyen al 1500, la casa de sus patrones, una familia que veraneaba todo el mes de febrero en Mar del Plata. Antes, Alcira había vivido en el Hotel Gran Sur, de la calle Chacabuco, frecuentado por trabajadores del interior. Allí aún habitaba Ana Urbana Methyger, también doméstica.

–¿Usted es la hermana de Alcira Methyger? –preguntó el comisario Evaristo Urricelqui, jefe de Homicidios.

–Sí, ¿por qué?, ¿qué pasó?

Una Ana Urbana Methyger en estado de shock reveló que Alcira tenía varios novios. El último se llamaba Ramaroso, y fue detenido en un espectacular procedimiento, pero nada tenía que ver con el crimen.

Al fracasar la pista de Ramaroso, los investigadores apuntaron a un hombre de 36 años llamado Jorge Eduardo Burgos. Trabajaba como corredor de una pequeña empresa papelera y encuadernadora, propiedad del padre. Estaba relacionado hacía diez años con la Methyger y era muy conocido por los allegados de ésta. Ana Urbana Metyhger se lo señaló a la policía y lo mismo hizo Berta Saavedra, otra amiga íntima de la infortunada, también doméstica, que estaba en Mar del Plata y que agregó este detalle: Alcira era pretendida por Jorge Eduardo, pero ella lo había rechazado porque en su vida había aparecido "otro hombre".

Burgos vivía con sus padres en un departamento del tercer piso en la avenida Montes de Oca 280. Tenía un buen nivel cultural, ya que había terminado el secundario y luego había completado el estudio de varios idiomas, en especial el inglés. La policía se dirigió al domicilio de los Burgos. Era el 16 de marzo de 1955. En la casa vivía también una hermana bastante más joven. Para la familia fue una sorpresa tremenda que la policía buscara al hijo mayor.

Pero, ¿dónde estaba Burgos?

Había viajado a Mar del Plata para pasar una temporada de descanso. Iba en El Marplatense, el tren nocturno que paraba en Dolores y en Maipú. Varias comisiones salieron para allá, perforando la noche de marzo en la llanura. Cuando los coches frenaron en la estación de Dolores, se alejaba el farol rojo del último vagón.

Redoblaron la carrera y llegaron a Maipú a tiempo. No querían delatar su presencia. La policía no sabía con quién iba a encontrarse. ¿Quizá con un hombre violento que vendería cara su libertad? Pronto individualizaron a la presa: un hombrecillo de rostro mofletudo y anteojos de intelectual que dormitaba tranquilo en su asiento. Urricelqui y los demás detectives lo detuvieron cuando el tren llegó a Mar del Plata y lo llevaron de vuelta a Buenos Aires, donde quedó detenido en el Departamento de Policía.

Burgos habló. Conocía a Alcira desde el año 1944, cuando ella, recién llegada de Salta, alquiló una pieza en el departamento de la familia de él. Cuando Alcira se fue de la pieza siguieron viéndose. Burgos, con la verborragia propia de las homicidas que confiesan, siguió así su relato: discutían porque ella quería "concretar" y él dudaba. Durante febrero, la familia Burgos se había ido de vacaciones a Necochea. Jorge Eduardo quedó solo en su casa. Burgos narró los paseos de la pareja durante aquel verano. Las visitas al departamento. La discusión, aquella noche de febrero en Montes de Oca. La carta de otro hombre que él había descubierto en un libro que tenía Alcira en la cartera. La pelea feroz, los dientes de ella apretándole un dedo. La furia de él, que para desprenderse le aprieta el cuello, y la caída. El pánico, cuando se da cuenta de que ella no respira. El cuerpo desnudo de Alcira en la bañera, Burgos que se saca la ropa para descuartizarla. Las ocho horas que le lleva cortarla en pedazos. Los paquetes. Los viajes en colectivo para arrojar los bultos en distintos lugares.

Un hombre enjaulado
El comisario Plácido Donato, hoy retirado, que había ingresado poco antes a la Policía Federal, recuerda a Burgos detenido.

–Estaba sentado, temblando como un chico, con los ojos cerrados, los dientes apretados –recuerda Donato–. Lo descubrí cuando me mandaron a cuidarlo. La policía temía que pudiera suicidarse… Llegaban policías desde todos lados para observar al curioso ejemplar de hombre enjaulado. Algo que ocurrió imprevistamente me llenó de piedad. El "curioso ejemplar" me tocó el brazo levemente. Una lágrima corría por su rostro. Burgos me susurró: "Papá… Mamá… Ellos estaban en Necochea. Felices estaban… Mire ahora qué lío…"

A mediados de marzo de 1955, la policía llevó a Burgos a Montes de Oca 280 para que reconstruyera el crimen. Una mujer policía cumplió el rol de Alcira. El asesino volvió a narrar minuciosamente sus pasos. Cuando se difundió entre el vecindario la noticia de que él estaba allí, se reunió una verdadera multitud que pretendía lincharlo. La policía tuvo que empeñarse para protegerlo.

Durante los meses siguientes, los porteños siguieron hablando del caso Burgos.

Los martes y viernes se publicaba la revista Ahora, especializada en crímenes y noticias del espectáculo. Estaba muy mal impresa, aun para la época. Sin embargo, la compraban con puntualidad miles de lectores. Ahora dedicó muchas páginas al crimen y todos sus avatares.

Los dos bandos
Mientras el caso se dilucidaba en los Tribunales, se desenvolvió otro capítulo del crimen. La sociedad se dividió entre los que apoyaban a Alcira y los que eran partidarios de Burgos. Comenzaron a llegar a la redacción de Ahora cartas de lectores que se identificaban con uno u otro. Para algunos, Alcira Methyger, doméstica, provinciana, había sido engañada por un joven culto y de buenos medios económicos. Jorge Burgos representaba, para esos lectores, el prototipo del seductor irresponsable, del rico que, tras divertirse con una "morochita", la había asesinado y, sin la menor piedad, luego la había despedazado.

Otros lectores, en cambio, simpatizaban con Burgos: Alcira era una arribista que había embaucado a un buen muchacho, tímido, apocado, culto, al que la pasión perdió. Dando por descontado que el crimen de Burgos había sido preterintencional (no deseado), como alegaba el asesino, muchos lectores lo veían más cómo víctima que como verdugo.

No hace falta mucha perspicacia para vislumbrar en esta polémica el conflicto social latente en la Argentina de 1955, dividida en dos mitades irreconciliables: peronistas y antiperonistas, cabecitas negras y gorilas. Se incubaba un otoño en el que aquella división estallaría con violencia.

La historia barrió con las peripecias del crimen de Burgos. Al mediodía del 16 de junio de 1955, aviones navales sobrevolaron la Plaza de Mayo y bombardearon la Casa de Gobierno. Intentaban asesinar al presidente Juan Domingo Perón. Centenares de personas, peatones y manifestantes, cayeron muertos en la Plaza de Mayo. La revista Ahora dedicó sus páginas principales a las espeluznantes fotos de esta masacre. Del caso Burgos no volvió a hablar.

El 16 de septiembre de ese mismo año, un golpe militar echó a Perón. Y un mes después, el 19 de octubre, salió a la calle una nueva publicación con las mismas características de la anterior. Se llamaba Así y la dirigía Héctor Ricardo García. Pero el caso Burgos ya no volvería a las primeras planas.

El juez de sentencia lo condenó a veinte años de prisión por homicidio simple. El descuartizamiento, conforme a la teoría sentada en el caso Donatelli, no era una forma de crueldad sino el intento de escapar del castigo. El magistrado debía aplicar la pena optando entre los extremos que señala el artículo 79 del Código Penal para la figura de homicidio: de 8 a 25 años. Lo condenó a 20.

Cuando el caso llegó a la Cámara, los argumentos de Burgos –su explicación sobre la pelea y su perfil de buen ciudadano– pesaron. La Cámara rebajó su pena a 14 años.

En la cárcel observó una conducta ejemplar. Se convirtió en un hombre religioso.

Por eso, en 1965 fue beneficiado por la libertad condicional. Había permanecido diez años y ocho meses en prisión. Burgos regresó a la casa de Montes de Oca. Se negó sistemáticamente a hablar con los periodistas que lo acosaban. Sólo recibió a un redactor y a un fotógrafo de Primera Plana, con los que habló en el comedor del departamento. No les permitió pasar al baño en el que había descuartizado a Alcira.

Extrañas coincidencias
Primero fue el horror. Pero después el caso Burgos provocó la fascinación de varios escritores. Era un crimen "literario": ¿por qué? Su diseño parecía un desafío a la sociedad o el juego de una mente perversa. También llamó la atención la extraña coincidencia de nombres. El ensayista Jorge B. Rivera escribió en 1991: "Sólo ahora, con el paso de los años, podemos advertir una simetría curiosa, prescindible o caprichosamente erudita, que en aquellos días era secreta o puramente premonitoria: el nombre Jorge Burgos, un corredor de libros homicida, prefigura el de Jorge de Burgos, el asesino múltiple de El nombre de la rosa, que custodia una biblioteca y un libro (y se enlaza con el de Jorge Luis Borges, bibliotecario y escrutador de grandes figuras universales de la infamia)".

El nombre de la rosa, la novela que Umberto Eco publicó en 1980, nació en Buenos Aires, en una librería de viejo de la calle Corrientes, donde Eco encontró un manuscrito. Hecho que Jorge Luis Borges, de quien Eco se reconoció lector devoto, usó varias veces. Constitución y Barracas, los barrios donde transcurrió el caso Burgos, fueron escenarios recurrentes en las ficciones de Borges. Una de sus obras maestras, el cuento El Aleph, comienza en la estación Constitución, en cuyo bar solían encontrarse Alcira y Burgos. El Aleph era un objeto que contenía el universo entero y Borges lo situó en la calle Garay, la misma en la que vivió Alcira Methyger cuando vino de Salta. El parque Lezama, por cuyas avenidas pasearon de la mano Burgos y Alcira, también vio pasar, quizás unos años antes, al joven Borges con su novia Estela Canto…

Como contagiados por este clima literario, varios de los protagonistas de esta historia escribieron sobre ella. El comisario Evaristo Manuel Urricelqui, a quien sus acólitos llamaban El Vasco, ya jubilado, publicó algunos libros de cuentos. Otro Evaristo –Meneses– se convirtió algo después en célebre policía: en 1955 era detective de la sección Capturas y participó en algunas diligencias del caso Burgos. En sus memorias, publicadas en 1962, da su versión de este caso. Gracias a Meneses, que integraba la comisión que allanó la vivienda de Burgos en la avenida Montes de Oca, conocemos algunos de los títulos que guardaba la biblioteca del asesino: The Criminal Law, Best Crimes Stories, Murder Charge, Murder and Treason, Dead Wight, If I should Murder. La mayoría de estos libros, señala Meneses, "se referían a crímenes de mujeres, por lo que separé más de cuarenta". Aun resta otra sorpresa. En esa biblioteca estaba El asesinato considerado como una de las bellas artes, de Thomas de Quincey, uno de los libros que más le gustaban a Borges

Otro policía escritor, Plácido Donato, evocó el crimen de Alcira Methyger en sus Confesiones de un comisario. El propio Burgos no se quedó atrás. Mientras esperaba la sentencia definitiva, publicó un libro de 64 páginas titulado Yo no maté a Alcira. Llevaba el sello de la ignota editorial BM y la tapa estaba ilustrada con la foto del autor y este subtítulo: Escrito desde la cárcel. El volumen, hoy ávidamente buscado por los coleccionistas, es un relato bastante rosa de los amores entre Burgos y Alcira. Su autor reitera lo que dijo siempre: Alcira y él pelearon, ella le mordió un dedo, él sin darse cuenta le apretó la garganta, para percatarse luego de que ella había muerto. Luego, dominado por el pánico, la descuartizó.

La hipótesis del asesino serial
¿Fue Burgos víctima de las circunstancias? ¿Era un buen hombre al que un momento de locura arruinó la vida? ¿O fue uno de los más peligrosos e inteligentes asesinos al que sólo una brillante investigación impidió cometer el crimen perfecto? Plácido Donato, en su despacho de directivo de Argentores, evoca no sólo su memoria personal del caso, sino sus muchas conversaciones con Urricelqui y demás policías que lo resolvieron. El autor de varios libros hoy agotados, además de guiones de TV y cómics, revela al cronista un dato que nadie consignó.

–Cuando la comisión apresó a Burgos en el tren que iba a Mar del Plata, el asesino no iba a descansar, como él mismo decía.

–¿A qué iba?

–Iba a "terminar" con una íntima amiga de Alcira.

Por Alvaro Abos *


Fotos: Archivo / Graciela García Romero. Ilustración: Nunö

Próxima entrega: Norma Penjerek

* Alvaro Abós ha publicado más de veinte libros. Entre ellos, sus resonantes biografías de Natalio Botana, Macedonio Fernández y Xul Solar, que le valieron en 2004 el Premio Konex. Al pie de la letra, su guía literaria de Buenos Aires, traducida ya a varias lenguas, fue llevada a la televisión por el Canal (á). Colabora en El País (Madrid) y en La Nacion. Sus últimos títulos son La baraja trece (relatos) y Cinco balas para Augusto Vandor (novela).

Fuente: www.lanacion.com.ar/

jueves, 21 de agosto de 2008

Novelas policiales (Colección)

COLECCIÓN DE REVISTA Ñ

1)James Hadley Chase "El secuestro de Miss Blandish"

2)Patricia Highsmith "El talento de Mr Ripley"

3)Ross Mac Donald "El martillo azul"

4)Jim Thompson "1280 almas"

5)Vera Caspary"Laura"

6)Raymond Chandler"La dama del lago"

7)Chester Himes "Por el pasado llorarás"

8)Horace Mc Coy"¿Acaso no matan a los caballos?"

9)James Ellroy "Jazz blanco"

10)William Irish "No quisiera estar en tus zapatos"

jueves, 14 de agosto de 2008

La Gran Pesadilla Americana


The Dark Knight – El Oscuro Caballero, la última de Batman

Durante la edad de oro del Gran Sueño Americano, los años ’60, Estados Unidos aspiró a ser un país democrático, solidario, plural, creativo, que continuase y extendiese a toda la sociedad los beneficios de la prosperidad económica. En contraste con aquello, el Imperio del Norte vive hoy su Gran Pesadilla: y eso se traslada a una de las creaciones cinematográficas del año, como lo es seguramente esta nueva versión de Batman

La Estética Vampira

No coincido con los planteos críticos que se han lanzado enseguida tomando posiciones desde la estética. Christopher Nolan logra concentrar en la nueva Batman tantos sentidos, tantos aspectos, tanta mezcla genérica que reprocharle esa cierta sobrecarga retórica me parece sencillamente tonto. Y más teniendo en cuenta que esa ampulosidad tiene que ver con las concesiones obligadas del director hacia el género cómic, al que hay que retribuir por el nacimiento del héroe noctámbulo de Ciudad Gótica.

El Oscuro Caballero o el Caballero de la Noche, como se tradujo por acá, es un policial negro, es un triller, es una película de superacción con efectos especiales de última generación, desde luego también es un cómic, pero sobre todas las cosas es una cinta cargada de significados y de simbolismos políticos (¡con los que polemizaremos después!).

Durante las dos horas y media que dura el film, el observador intelectual logrará captar multitud de planteos filosóficos, si es que logra abstraerse de las piñas, tiros, caídas y persecuciones vertiginosas (esfuerzo nada difícil para los intelectuales, que en general se fastidian del característico bombardeo de acción hollywoodense).

Desde lo estético, nada cabe reprocharle al director que ya probó su capacidad para producir material complejo, enrevesado, interesante, con ese film más de devedé que de fílmico que se llamó Memento (2000). Ahora, y después del paso vacilante de Batman Inicia (2005), creemos que se reivindica con un Batman que va oliendo cada vez más a trilogía. Este último, sin ningún lugar a dudas, el mejor que se haya hecho en cuanto al trabajo artístico (muy por encima del de ¡Tim Burton y Jack Nicholson!); y también, por lejos, el más pesimista, destructivo y siniestro en cuanto al mensaje.

La Clave es el Eslogan, «Bienvenido a un mundo sin reglas»

Decía Bernard Shaw, en su frase más famosa y también la más despreciable: «La regla de oro es que no hay regla de oro». Su deslizante juego de palabras anticipaba el graffiti que popularizaron los muchachos franceses del ’68, «Prohibido prohibir»; y lógicamente, le ganó de mano al eslogan de la última del Murciélago. Queda claro desde antes de ingresar a la sala, que la idea de la película se empeña en un combate contra la moral, contra la ley y contra las reglas en general… (¡glup!).

¿Cuántas huellas se pueden rastrear en El Oscuro Caballero de productos más viejos de la cultura? Al menos este crítico, pudo acordarse del alambrado (NO TRESPASSING) con el que arranca Ciudadano Kane, ese monumento de película de Orson Welles. También, el final y todo el planteo filosófico, tiene «un no sé qué» de wagneriano, con el germánico dios Wotan («el bueno») hundiéndose lentamente en un ocaso que no puede evitar por más que luche… Atardecer del dios que a la vez ahoga eternamente su defensa del orden y de las leyes.

En fin, también una huella de la Teoría de los Juegos, iniciada por los holandeses Von Neumann y Morgenstern (cuándo no, los holandeses teorizando sobre los juegos…): hay dos barcos atestados de gente, con 4 mil pasajeros cada uno de ellos. El Guasón les anuncia: «Los del otro barco tienen el detonador que, desde las 12 de la noche, podrá hacerlos a ustedes volar en mil pedazos». Hace lo mismo en los dos barcos, cuyas bodegas están preparadas con gasolina para provocar un selecto espectáculo pirotécnico, anunciado para la medianoche. Les advierte a los pasajeros que deliberen, cuidando de no dejarse anticipar por los del otro navío.
Finalmente, cuando llega la hora… (final reservado a los que vayan a verla.)

Son cuatro las opciones posibles en esta escena de los navíos: que los dos se hagan volar mutuamente, que ambos se salven, que el barco A vuele al B, o viceversa. Es el Dilema del Prisionero, uno de los casos más reflexionados de la Teoría de los Juegos durante la época de la Guerra Fría. (Adivinen por qué, la crisis de los misiles nucleares en Cuba, puso al mundo este dilema frente a sus narices; se trataba de la subsistencia del civilización, nada menos.)

La Paranoia y sus Espejismos
La sociedad tiene un enemigo: un Terrorista Incondicional, que no se interesa por el lucro, sino que ama al crimen por el crimen mismo. En una de esas escenas que intentan quedar en la memoria, el Guasón quema una pirámide de unos 6 metros hecha de dólares, mientras declama frente a sus traicionados y sorprendidos socios en el delito: «Un criminal como el que Ciudad Gótica se merece, no lo hace por dinero». Hay que ser un asesino desinteresado, dice la ética guasoniana de Christopher Nolan.

Esta imagen recuerda inevitablemente a la del Bin Laden elaborado por la versión oficial del gobierno de Bush: si hasta manda videos caseros a los medios… Pero juzgo que es buena noticia para las mafias, el parecer menos horribles que este fantasma nihilista que es el Guasón; por lo menos, las mafias son «más humanas» –las mueve una debilidad humana: la codicia–.

La sociedad civil, los políticos profesionales, la policía, el entero aparato represivo del Estado aparecen impotentes frente al hombre dinamita. Hay una escena en la que amenaza con detonarse vivo, frente a los socios que no se fían de él, los mafiosos: todo muy terrorista, muy Al Quaida. Y siempre el terrorismo presentado con los rasgos que le pintan CNN y la Casa Blanca.

¿Quién gana, al final? ¿La sociedad civil y su defensor de antifaz? ¿A cuántos asesina el Guasón a lo largo del film? ¿Cien, doscientas, quinientas personas? Y ¿cómo no justificar el uso de la violencia, incluso de las torturas en prisión (sic) contra personas que, como este Guasón tan extraño, tan inhumano, no reconocen ningún límite para su maldad, ni persiguen ningún fin más que la destrucción, el odio ilimitado contra todo y contra todos?

El Resabio Final (Atención: desde acá, incluimos algunos elementos del argumento y del desenlace.)

Uno se despide del film con la sensación increíble de que Batman es un pobre tipo, casi un antihéroe. (Es que él no tiene «licencia para matar», ¡como sí la tiene su enemigo!) Y la sociedad organizada está desbordada. Ahora se puede recurrir a cualquier método en la lucha contra el Mal, ya que este se muestra mucho más fuerte. Al cabo de la lluvia de situaciones extremas que nos envía la película, el Bien termina adoptando tácticas y modos propios del Mal (lo que motiva las carcajadas del Guasón, que tres cuartas partes de los espectadores malentienden).

La última regla en morir es la Verdad: a la pobre gente de Ciudad Gótica (de la comunidad mediática global) no hay que quitarle su ilusión. Hay que fabricarle un «bueno de la película», con lo que sea. La gente tiene su derecho a vivir de mentiras. Esta es la traducción del lema del ideólogo del Pentágono y de la Casa Blanca actuales: el profesor Leo Strauss lo trajo de Alemania, cuando enseñó a los americanos (en la U. de Chicago) que se podía practicar un nazismo sin Hitler. La consigna «Miente, miente, que algo quedará» había sido pensada por Goebbels, el Ministro de Propaganda del Tercer Reich.

Y como «el fin justifica los medios», según dice un colaborador de Batman en la película, hay que encontrar al Guasón y salvar a la ciudad. No importa si es preciso, para eso, espiar a todas las personas de Ciudad Gótica, por medio de un dispositivo que nos recuerda tanto al de la Sociedad de Control que criticamos en este espacio… Las llamadas de celulares son interceptadas por Batman y así se logra ubicar los movimientos de cada persona, y asistir a sus conversaciones. Resultado: el Guasón es localizado.

No creemos que sea casual esta escena en semejante momento de la historia.

Así es como Batman logra detener las masacres en cadena del Guasón. De cuyo destino, al terminar la narración, no nos enteramos.

Queda suelto. Para que la Sociedad de Control pueda seguir limitando nuestras libertades, recortando derechos, invadiendo nuestras vidas y tendiendo sus redes virtuales a nuestro alrededor. Con la excusa de que hay un Enemigo, hostil, incondicional, omnipresente, una amenaza que puede explotar en el lugar y en el momento menos esperado.


Nota: No recomendamos la asistencia de chicos ni de menores. La ausencia de restricciones en las entradas de los cines tiene que ver con el propósito comercial (vacaciones de invierno acá, de verano en EE UU). El Oscuro Caballero tiene momentos de violencia que de verdad pueden perturbar a espectadores infantiles. Con toda seriedad: hay una escena en la que un personaje es desfigurado vivo por el fuego, y así deambula durante media película. Hay elementos muy dark, apegados a un morbo macabro que, personalmente, yo creo que un chico no puede decodificar de ninguna forma. Esta sería la crítica más certera que se podría dirigir a la estética de la película.

lunes, 11 de agosto de 2008

FESTIVAL de NOVELA POLICIAL de GIJÓN





Semana Negra, el festival de novela policial más importante de España, ha concluido nuevamente el año de la forma más deseada por todos: con miles y miles de ejemplares vendidos y un género, el policial y negro, nuevamente en la escena literaria.

Entre la playa y el mar, y rodeado de centenares de carpas vendedoras de sidra, chorizo criollo y relojes de segunda mano, tomó lugar el festival más destacado de novela policial y negra de toda España. Conocido como Semana Negra de Gijón, el acontecimiento literario-turístico se viene llevando a cabo desde 1987 en la ciudad de Asturias para alentar las ventas y la popularidad del género, generalmente encerrado en un círculo pequeño de lectores. El festival, que cuenta con numerosos autores de renombre (ver lista), atrae a miles de personas de toda España y Europa, siendo imprescindible para todo aquél que se considere amante del género negro y policial.

Este año, además de contar con sus tradicionales puestos de comida asturiana y libros a un euro, tuvo una clara presencia de escritores latinoamericanos. Juan Constaín, Fritz Glockner, Mariel Soria, Achy Obejas; todos ellos pusieron su acento latino a tramas que históricamente se vincularon al mundo anglosajón, pero que año tras año se vuelve más multicultural. Como bien dijo el argentino Juan Sasturain, `el género negro es un tipo de literatura que cuenta ya con una tradición muy grande en México y Argentina, de allí el alto número de autores sudamericanos.´

La violencia, la literatura y el Negro Absoluto

Uno de los elementos particulares del festival es su fuerte conexión con el público de a pie. Si bien el género requiere a veces de códigos más o menos internos, la tradición de la novela policíaca supo adaptarse, especialmente gracias a las nuevas generaciones de autores. Series de TV, Internet, videogames: todos ellos fueron cada vez más entrando en los textos que alguna vez se vincularon solo a detectives y policías corruptos.

Los debates acerca del género y su historia, las influencias de autores, la autobiografía o el cómic variaron y circularon casi constantemente, pero si hay que rescatar un tema que se repitió en casi cada una de las discusiones este es, definitivamente, la violencia. Ernesto Mallo, ganador del premio Dashiell Hammetten el anterior festival, resumió una de las posturas más claras: `La violencia sigue presente, está en todas partes…incluso más cerca de lo que nosotros pensamos. Ser cómplice de algo, por ejemplo, callando, es también violencia y colaboración.´



La inmigración ilegal, Silvio Berlusconi, el nazismo, las dictaduras: todos fueron puestos sobre la mesa para ser examinados a fondo bajo la mirada atenta de los autores. `Una de las mejores formas para no olvidar el fascismo´, dijo Paco Taibó II, autor y director del festival, `es contando historias acerca de ello, no solo por venganza personal del autor, sino porque hay que contarlo.´

Leonardo Oyola, que con su novela Chamamé ganó este año el premio Hammett, explicó al auditorio español cómo factores sociales de la sociedad argentina actual también ayudaron a la formación de su última novela, Santería, publicado en el país por Negro Absoluto. Transcurrida la historia en su mayor parte en los “barrios pesados” de Buenos Aires, el flamante ganador vinculó ficción y realidad casi sin poder separarlas una de otra, siendo los contextos de la ciudad sus musas inspiradoras. Los otros títulos de la editorial, explicados por Sasturain, también contaron con una notable influencia sociopolítica: La década infame, la corrupción de los 90, la vida en las villas miseria; todos ellos fueron elementos que, más que decorativos, han sido consustanciales a la articulación de los relatos.

Semana Negra pasó y dejó marca. Dio a conocer a autores inéditos; aumentó las ventas de textos, muchos de ellos desconocidos, a un público amplio y variado; analizó el género y lo vinculó al mundo actual; desentrañó, aunque sea a modo de intento, las obsesiones que más presentes están en los escritores de este siglo. Defendió posturas, criticó a gobiernos, analizó sociedades, revisó el concepto de Literatura. A diferencia de muchos otros festivales literarios recientes, fue contemporánea a su tiempo y mostró, aunque sea por unas semanas, que el arte, la ideología y el negocio pueden funcionar e ir de la mano.



Luchino Sívori Liszewski

Fuente:www.negroabsoluto.com.ar/

Premio Dashiell Hammett sobre Novela negra





El argentino Leonardo Oyola ganó el Premio a la mejor novela negra

El galardón, que concede la Asociación Internacional de Escritores Policíacos en la Semana Negra de Gijón, España, le fue concedido por su novela Chamamé. En 2004, Leonardo Oyola había obtenido la tercera mención del Premio Clarín de Novela por Siete & el Tigre Harapiento.

El premio a la mejor novela negra que recibió el escritor argentino Leonardo Oyola por su obra Chamamé (editada en España el año pasado), fue compartido con el español Juan Ramón Biedma por su novela El imán y la brújula.

Por otro lado, la mexicana Sanjuana Martínez, con Prueba de la fe, la red de cardenales y obispos en la pederastia clerical, logró el Premio Rodolfo Walsh a la mejor obra de no ficción, que concede el festival de la Semana de Literatura Negra en homenaje al periodista argentino asesinado por la dictadura militar.

El jurado del Premio Dashiell Hammett consideró "injusto" tener que desechar una de las dos mejores novelas presentadas este año y ha concedido el galardón "compartido" entre el español y el argentino.

El imán y la brújula es una novela política de la España de 1926, con una trama de espionaje en la que abundan situaciones extremas con el trasfondo del fin de la guerra de Marruecos.

Chamamé (ritmo musical bailable tradicional del noreste argentino) es un relato trepidante de una persecución de dos bandas de piratas del asfalto en un ajuste de cuentas por el robo del botín de un atraco, según explicó un emocionado Leonardo Oyola.

El Premio Rodolfo Walsh, que instauró hace años la organización de la Semana Negra en reconocimiento a la investigación periodística narrada en clave de novela, fue este año para una obra que ha provocado polémica en México y Estados Unidos.

Sanjuana Martínez investigó durante varios años casos de pederastia cometidos por sacerdotes católicos de ambos países y desveló la "trama oculta" de relaciones de la jerarquía eclesiástica con los gobiernos para que éstas no salgan a la luz.

Prueba de fe... es un libro de denuncia sobre al menos dos prominentes dirigentes católicos, los cardenales Norberto Rivera Carrera y Juan Sandoval Iñiguez, dijo la autora en una rueda de prensa.

Martínez afirmó que estos casos "siguen impunes porque no hay justicia en México" y acusó al presidente de su país, Felipe Calderón, de "encubrir estos crímenes del clero" sobre los que ha podido contabilizar un centenar de víctimas.

El argentino Carlos Salem obtuvo el premio Memorial Silverio Cañada a la primera novela negra publicada, con la obra Camino de ida, y el español Nacho Padilla logró el Premio Ateneo Obrero con Viaje al centro de una chistera.

El mexicano Antonio Sarabia fue galardonado con el Premio Espartaco a la mejor novela histórica por Troya al atardecer, un relato de guerra protagonizado por dos hermanos gemelos que luchan en distintos bandos.

La Semana Negra ha instaurado un nuevo premio de ciencia ficción, denominado Celsius 232, en referencia a la temperatura a la que arde el papel y que es el equivalente decimal de 451 fahrenheit, que ganó el español Javier Negrete con la obra Alejandro Magno y las Águilas de Roma.

El festival literario Semana Negra, que acoge la ciudad española de Gijón, en el norte, celebra este año su XXI edición con la asistencia de más de un centenar de autores de países de todo el mundo.

Fuente: EFE y Revista Ñ www.revistaenie.clarin.com/

lunes, 4 de agosto de 2008

El septimo circulo (Colección)

Listado de libros publicados por la Editorial Emece dirigida por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares.

Fuente: http://mitiquisimo.blogspot.com/


Nº Autor Titulo

1 Nicholas Blake La bestia debe morir

2 John Dickson Carr Los anteojos negros

3 Michael Innes La torre y la muerte

4 Anthony Gilbert Una larga sombra

5 James M. Cain Pacto de sangre

6 Milward Kennedy El asesino de sueño

7 Vera Caspary Laura

8 Milward Kennedy La muerte glacial

9 Anton Chejov Extraña confesión

10 Richard Hull Mi propio asesino

11 James M. Cain El cartero llama dos veces

12 Eden Phillpotts El señor Digweed y el señor Lumb

13 Nicholas Blake Los toneles de la muerte

14 Enrique Amorim El asesino desvelado

15 Graham Greene El ministerio del miedo

16 Clifford Witting Asesinato en pleno verano

17 Patrick Quentin Enigma para actores

18 John Dickson Carr El crimen de las figuras de seda

19 Anthony Gilbert La gente muere despacio

20 James M. Cain El estafador

21 Patrick Quentin Enigma para tontos

22 E. C. R. Lorac La sombra del sacristán

23 Wilkie Collins La piedra lunar

24 Cora Jarret La noche sobre el agua

25 H. F. Heard Predilección por la miel

26 Michael Innes Los otros y el rector

27 Leo Perutz El maestro del Juicio Final

28 Nicholas Blake Cuestión de pruebas

29 Lynn Brock En acecho

30 Wilkie Collins La dama de blanco, 2 tomos

31 Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo Los que aman, odian

32 Anthony Gilbert La trampa

33 John Dickson Carr Hasta que la muerte nos separe

34 Michael Innes ¡Hamlet, venganza!

35 Nicholas Blake ¡Oh envoltura de la muerte!

36 E. C. R. Lorac Jaque mate al asesino

37 John Dickson Carr La sede de la soberbia

38 Eden Phillpotts Eran siete

39 Patrick Quentin Enigma para divorciadas

40 John Dickson Carr El hombre hueco

41 Lynn Brock La larga búsqueda del señor Lamousset

42 Eden Phillpotts Los rojos Redmayne

43 Richard Keverne El hombre del sombrero rojo

44 Raymond Postgate Alguien en la puerta

45 Anthony Gilbert La campana de la muerte

46 Nicholas Blake El abominable hombre de nieve

47 Robert Player El ingenioso señor Stone

48 Manuel Peyrou El estruendo de las rosas

49 Raymond Postgate Veredicto de doce

50 Patrick Quentin Enigma para demonios

51 Patrick Quentin Enigma para fantoches

52 John Dickson Carr El ocho de espadas

53 R. C. Woodthorpe Una bala para el señor Thorold

54 H. F. Heard Respuesta pagada

55 Michael Innes El peso de la prueba

56 H. F. Heard Asesinato por reflexión

57 Anthony Gilbert ¡No abras esa puerta!

58 James Hilton ¿Fue un crimen?

59 Anthony Berkeley El caso de los bombones envenenados

60 John Dickson Carr El que susurra

61 Patrick Quentin Enigma para peregrinos

62 Anthony Berkeley El dueño de la muerte

63 Patrick Quentin Corrriendo hacia la muerte

64 John Dickson Carr Las cuatro armas falsas

65 Anthony Gilbert Levante usted la tapa

66 Peter Curtis Marcha fúnebre en tres claves

67 Anthony Gilbert Muerte en el otro cuarto

68 Sidney Fowler Crimen en la buhardilla

69 Varios El Almirante Flotante (en colaboración)

70 John Dickson Carr El barbero ciego

71 Donald Henderson Adios al crimen

72 Graham Greene El tercer hombre y El ídolo caído

73 Edgar Lustgarden Una infortunada más

74 John Dickson Carr Mis mujeres muertas

75 Clifford Witting Medida para la muerte

76 Nicholas Blake La cabeza del viajero

77 Michael Burt El caso de las trompetas celestiales

78 Charles Dickens El misterio de Edwin Drood, prólogo de G. K. Chesterton

79 Cyril Hare Huésped para la muerte

80 Eden Phillpotts Una voz en la oscuridad

81 Marten Cumberland La punta del cuchillo

82 Michael Valbeck Caídos en el infierno

83 L. A. G. Strong Todo se derrumba

84 Will Ousler Legajo Florence White

85 Hugh Walpole En la plaza oscura

86 Richard Hull Prueba de nervios

87 Patrick Quentin El buscador

88 Bernice Carey El hombre que eludió el castigo

89 Elizabeth Eastman El ratón de los ojos rojos

90 Margaret Millar Pagarás con maldad

91 Nicholas Blake Minuto para el crimen

92 Edgar Lustgarden Veredictos discutidos

93 Norman Berrow Peligro en la noche

94 John Dickson Carr Los suicidios constantes

95 Michael Burt El caso de la joven alocada

96 Fernand Crommelynck ¿Es usted el asesino?

97 Guy Des Cars El solitario

98 Michael Burt El caso del jesuita risueño

99 Vera Caspary Bedelia

100 Thomas Walsh Pesadilla en Manhattan

101 Richard Hull El asesino de mi tía

102 Alexander Rice Guinness Bajo el signo del odio

103 Josephine Tey Brat Farrar

104 John Dickson Carr La ventana de Judas

105 Margaret Millar Las rejas de hierro

106 Anna Mary Wells Miedo a la muerte

107 John Dickson Carr Muerte en cinco cajas

108 Vera Caspary Más extraño que la verdad

109 C. S. Forester Cuenta pendiente

110 John Dickson Carr La estatua de la viuda

111 Gregory Tree Una mortaja para la abuela

112 Josephine Tey Arenas que cantan

113 Margaret Millar Muerte en el estanque

114 Pierre Very Los Goupi

115 J. C. Masterman Tragedia en Oxford

116 Robert Parker Pasaporte para el peligro

117 Eric Linklater El señor Byculla

118 Nicholas Blake El hueco fatal

119 Stanley Ellin El crimen de la callle Nicholas

120 Eden Phillpotts El cuarto gris

121 Marjorie Stafford La muerte toca el gramófono

122 Eric Warman Blando por dentro

123 María Angélica Bosco La muerte baja en el ascensor

124 Edward Atiyah La línea sutil

125 Julian Symons El círculo se estrecha

126 L. A. G. Strong Scolombe muere

127 William March Simiente perversa

128 Robert Burns Soy un fugitivo

129 Mary Fitt Claves para Christabel

130 Nicholas Blake Susurro en la penumbra

131 Vera Caspary El falso rostro

132 Richard Katz El caso más difícil

133 Julian Symons El 31 de febrero

134 Serge Groussard La mujer sin pasado

135 Cyril Hare Un crimen inglés

136 Anthony Boucher El siete del calvario

137 Charlotte Jay El ojo fugitivo

138 H. F. M. Prescott El muerto insepulto

139 Patrick Quentin Mi hijo, el asesino

140 Patrick Quentin El bígamo

141 John Dickson Carr El reloj de la muerte

142 Josephine Tey El muerto en la cola

143 Edmund Crispin El caso de la mosca dorada

144 Nina Bawden Trasbordo a Babilonia

145 Nicholas Blake La maraña

146 Marten Cumberland La puerta de la muerte

147 Patrick Quentin El hombre en la red

148 Nicholas Blake Fin de capítulo

149 John Dickson Carr Patrick Butler por la defensa

150 Beverly Nichols Los ricos y la muerte

151 Patrick Quentin Circunstancias sospechosas

152 Edin Lanham Asesinato en mi calle

153 Cyril Hare Tragedia en la justicia

154 Robert Harling La columnata interminable

155 Cornell Woolrich (William Irish) Violencia

156 Patrick Quentin La sombra de la culpa

157 Nicholas Blake Un puñal en mi corazón

158 Roy Fuller Fantasía y fuga

159 Nicholas Blake El crucero de la viuda

160 Margaret Millar Las paredes oyen

161 Raymond Chandler La dama del lago

162 E. C. R. Lorac Muerte por triplicado

163 Patrick Quentin El monstruo de ojos verdes

164 Wallace Reyburn Tres mujeres

165 Vera Caspary Evvie

166 Alex Fraser Lugares oscuros

167 Beverly Nichols Asesinato a pedido

168 Julian Symons La senda del crimen

169 Patrick Quentin Vuelta a escena

170 John Dickson Carr Pese al trueno

171 Nicholas Blake El gusano de la muerte

172 Margaret Millar Semejante a un ángel

173 Max Duplan Sanatorio de altura

174 Laurence Payne Claro como el agua

175 Vera Caspary El marido

176 Wade Miller El arma mortal

177 Patrick Quentin La angustia de Mrs. Snow

178 Marten Cumberland Y luego el miedo

179 James Hadley Chase Un loto para Miss Quon

180 Hillary Waugh Nacida para víctima

181 John Burke La parte culpable

182 Nicholas Blake La burla siniestra

183 James Hadley Chase ¿Hay algo mejor que el dinero?

184 Thomas Walsh Un ladrón en la noche

185 James Hadley Chase Un ataúd desde Hong Kong

186 Hillary Waugh Apelación de un prisionero

187 Maurice Moiseiwitsch Besa al ángel de las tinieblas

188 Ross Macdonald El escalofrío

189 Patrick Quentin Peligro en la casa vecina

190 Thomas Walsh Esconder a un canalla

191 Patrick Quentin Trasatlántico "Asesinato"

192 Edwin Lanham No hay escondite

193 Howard Fast El ángel caído

194 John Dickson Carr Fuego que quema

195 Ben Healey Al acecho del tigre

196 Patrick Quentin El esqueleto de la familia

197 Nicholas Blake La triste variedad

198 Herbert Brean Los rastros de Brillhart

199 James Hadley Chase Un ingenuo más

200 Ross Macdonald Dinero negro

201 Hillary Waugh La joven desaparecida

202 James Hadley Chase Una radiante mañana estival

203 John Bingham Un fragmento de miedo

204 John Dickson Carr El codo de Satanás

205 James Hadley Chase La caída de un canalla

206 Ross Macdonald El otro lado del dólar

207 Nicholas Freeling Cañones y manteca

208 Nicholas Blake La mañana después de la muerte

209 James Hadley Chase Fruto prohibido

210 James Hadley Chase Presuntamente violento

211 Nicholas Blake La herida íntima

212 Hillary Waugh El hombre ausente

213 James Hadley Chase La oreja en el suelo

214 Nicholas Blake Fin de capítulo

215 Hillary Waugh 30 Manhattan East

216 Nicholas Beverley Los ricos y la muerte

217 Ross MacDonald Enemigo insólito

218 John Dickson Carr Oscuridad en la Luna

219 John D MacDonald El fin de la noche

220 John Boland El derrumbe

221 James Hadley Chase Trato hecho

222 Nicholas Freeling ¡Tsing-Boum!

223 Hillary Waugh Corra cuando diga:¡ya!

224 James Hadley Chase Trato hecho

225 Hillary Waugh Muerte y circunstancia

226 Hillary Waugh Veneno puro

227 Ross Macdonald La mirada del adios

228 John D MacDonald La única mujer en el juego

229 Ellery Queen Besa y mata

230 Ellery Queen Asesinatos en la Universidad

231 James Hadley Chase El olor del dinero

232 Cornell Woolrich (William Irish) Plazo: Al amanecer

233 Paul Andreota Zigzags

234 Piero Chiara Los jueves de la señora Julia

235 Ben healey Las mujeres se dedican al crimen

236 Margaret Millar Sólo monstruos

237 John Dickson Carr Mediodía de espectros

238 John A. Graham Algo en el aire

239 Joseph Harrington El último timbre

240 James Hadley Chase Un agujero en la cabeza

241 Sidney Sheldon Cara descubierta

242 Cornell Woolrich (William Irish) No quisiera estar en tus zapatos

243 John A. Graham El robo del Cezanne

244 Ross MacDonald Costa Bárbara

245 Michael Z. Lewin Acertar con la pregunta

246 Paul Andreota El pulpo

247 John Dickson Carr Mansión de muerte

248 James Hadley Chase Peligroso si anda suelto

249 Robert Garret El fin de la persecución

250 Vera Caspary Retrato terminado

251 Cornell Woolrich (William Irish) La dama fantasma

252 James Hadley Chase Si deseas seguir viviendo

253 John Craig ¿Quieres ver a tu mujer otra vez?

254 Lillian O' Donell El teléfono llama

255 Michael Collins Acto de terror

256 Stanley Ellin El hombre de ninguna parte

257 David Anthony La organización

258 Michael Gilbert El cadaver de una chica

259 Michael Collins La sombra del tigre

260 Richard Neely El síndrome fatal

261 Bill Pronzini ¡Pánico!

262 Victor Canning Peón dama

263 David Anthony Sangre a la luz de la luna

264 Arthur Maling Traficante de Nieve

265 James Hadley Chase Estas solo cuando estas muerto

266 David Anthony Sangre a la luz de la luna

267 James Hadley Chase Sin dinero, a ninguna parte

268 Richard Neely La amante japonesa

269 Lillian O'Donnell No uses anillo de boda

270 James Hadley Chase Acuestala sobre los lirios

271 Kennetth Royce El hombre xyy

272 Victor Canning La efigie derretida

273 Stanley Ellin La especialidad de la casa

274 Gregory Cromwell Knapp La estrangulación

275 Robert Dennes El sudor del miedo

276 Dwight Steward Acupuntura y muerte

277 Arthur Maling Ding dong

278 Stanley Ellin Castillo de naipes

279 Roger Ivnees El llanto de Némesis

280 Lettice Cooper Te en domingo

281 Raymond Chandler Asesino en la luvia

282 David Westheimer La cabeza olmeca

283 Victor Canning Cresta roja

284 James Hadley Chase El biutre paciente

285 Michael Collins El grito silencioso

286 Peter Dickinson El oráculo envenennado

287 James Hadley Chase Con las mujeres nunca se sabe

288 John D Macdonald Cielo Trágico

289 Reg Gadney Luchar por algo

290 James Hadley Chase Hay un hippie en la carretera

291 John Bingham Cinco accesos al paraíso

292 Cornell Woolrich (William Irish) La novia vestia de luto

293 John D Macdonald Lamento turquesa

294 John Godey La muerte del año

295 Bill Pronzini Prisionero en la nieve

296 Dick Francis Golpe final

297 Lillian O' Donell Traficantes de niños

298 Cornell Woolrich (William Irish) Serenata del estrangulador

299 James Hadley Chase Un as en la manga

300 David Anthony La dama de medianoche

301 Walter Kempley Calculo de probabilidades

302 Victor Canning La marca de Kingsford

303 Lillian O' Donell Disque 577

304 James Hadley Chase Peces sin escondite

305 Kyril Bonfiglioli No me apuntes con eso

306 Kenneth Royce Operación leñador

307 Victor Canning El esquema Rainbird

308 Stanley Ellin La fortaleza

309 Kenneth Royce En el hampa

310 Dereck Marlowe La hermana de alguien

311 James Hadley Chase Toc toc quien es

312 Victor Canning La máscara del recuerdo

313 Nicholas Meyer Práctica de tiro

314 James Hadley Chase Si usted cree esto

315 Richard Neely Mientras el amor duerme

316 Gavin Lyall El pais de judas

317 James Hadley Chase Muerase, por favor

318 John Godey La hora azul

319 Dick Francis En el marco

320 Margaret Millar Pregunta por mi mañana

321 Peter Lovesay Figura de cera

322 Hillary Waugh Una novia para Hampton House

323 Lillian O'Donnell Trabajo mortal

324 Arthur Maling Juego Diabolico

325 Stanlei Ellin Viaje a Luxemburgo

326 Rex Stout Asunto de familia

327 Martha Albrand Zurich / AZ 900

328 Simon Brett Por orden de desaparicion

329 James Hadley Chase Considerate muerto

330 El caballo de Troya Hammond Innes

331 John Bingham Amo y mato

332 James Hadley Chase Tengo los cuatro ases

333 Dick Francis Olimpiada en Moscu

334 Margaret Millar El asesinato de Mrs Shaw

335 Joe Gores Al estilo Hammett

336 Hilary Vaugh Un loco en mi puerta

337 Donald Hamilton Los ejecutores

338 Kenneth Royce El toque de Satan

339 Alain Demouzon Crimenes imperfectos

340 Cornell Woolrich El negro sendero del miedo

341 Kyril Bonfigliori Detras de un revolver

342 Stanley Ellin La estrella deslumbrante

343 Kay Nolte Smith La espectadora

344 Dick Francis Riesgo mortal

345 Ngaio Marsh La foto en el cadaver

346 Hugh Macleave Ningun rostro en el espejo

347 Gene Thompson La prueba decisiva

348 Ellis Peters Un cadaver de más

349 Allain Demouzon El largo tunel

350 J. Crouley Cambio rapido

351 Donald Hamilton Los envenenadores

352 Ian Stewart Huelga fraguada

353 B. M. Gill Victimas

354 Leo Bruce El caso de la muerte entre las cuerdas

355 H. Paul Jeffers Asesinato en el club

356 Leo Bruce El caso para tres detectives

357 Andrew Garve Contragolpe

358 Josephine Bell Y si viniera el lobo

359 Peter May Rostros ocultos

360 Simon Brett Tanta sangre

361 Leo Bruce Un caso para el sargento Beef

362 Peter Lovesay El falso inspector Deew

363 Lionel Black Rescate para un desnudo

364 Leo Bruce Cabeza a cabeza

365 Liza Cody Engaño

366 Donald Hamilton Los intimidadores

367 Leo Bruce Sangre fria (*)


(*) nota: en la contraportada del nº 366 se anuncia esta novela que nunca llegó a aparecer, es un número fantasma.