jueves, 30 de agosto de 2012
Decálogo del relato policial argentino
Por Carlos Gamerro
*Publicado en Ñ, el 13 de agosto de 2005
1. El crimen lo comete la policía.
2. Si lo comete un agente de seguridad privada o —incluso— un delincuente común, es por orden o con permiso de la policía.
3. El propósito de la investigación policial es ocultar la verdad.
4. La misión de la Justicia es encubrir a la policía.
5. Las pistas e indicios materiales nunca son confiables: la policía llegó primero. No hay, por lo tanto, base empírica para el ejercicio de la deducción.
6. Frecuentemente, se sabe de entrada la identidad del asesino y hay que averiguar la de la víctima.
7. El principal sospechoso (para la policía) es la víctima.
8. Todo acusado por la policía es inocente.
9. Los detectives privados son indefectiblemente ex-policías o ex-servicios. La investigación, por lo tanto, sólo puede llevarla a cabo un periodista o un particular.
10. El propósito de esta investigación puede ser el de llegar a la verdad y, en el mejor de los casos, hacerla pública; nunca el de obtener justicia.
lunes, 27 de agosto de 2012
Disparos en la biblioteca
Fuente:http://www.lanacion.com.ar/1488463-disparos-en-la-biblioteca
jueves, 16 de agosto de 2012
La novela policial, un recorrido por su historia
Por Martín Luengo
TW: @martinluengo1
Nacida para adaptarse a los cambios sociales y culturales de la sociedad, no solo lleva consigo la insignia de los grandes escritores como Edgar Allan Poe y Arthur Conan Doyle, sino también se le atribuye la creación gigantesca de los detectives imaginarios como Sherlock Holmes y Dupin.
"Aquí hay unas pistolas, y los dos sabemos
para qué sirven cuando las circunstancias
lo requieren".
Los crímenes de la Rue Morgue, E. A. Poe
El punto de inicio de un enigma empieza ahí, donde principian las preguntas que rondan el misterio de un asesinato, allí, donde hay un delito que esclarecer a través de la lógica de la razón. El relato policial, como se sabe, gira entorno a un homicidio, desde allí se disparan todas las hipótesis. Fue en el siglo XIX donde con la creación, literaria, del hombre aristocrático, solitario, astuto y deductivo; se instrumentó el método de la lógica y la matemática para intentar esclarecer crímenes. Pero el cambio de una sociedad inmersa en la especulación, el dinero y el desarraigo social, dieron lugar a una nueva etapa; la de la aparición de los detectives encomendados de cargar con la cruz que la sociedad violenta les ofrecía.
Fue el mismo Edgar Allan Poe, que aun influenciado por un mundo gótico, en su novela, Los crímenes de la Rue Morgue, pone las cartas de la razón sobre la mesa. Así, los homicidios más complejos de la época eran resueltos por detectives aristócratas, que en su afán de ocio, ejercitaban la mente de manera espléndida para sacar conclusiones, y esclarecer asesinatos de una manera impensada para el lector. Era la intuición de la persona un arte dantesco; donde el analista, sustenta Poe, goza con esa actividad intelectual que se ejerce en el hecho de desentrañar. Existe también una idea de un hombre clarividente, de observador compulsivo, alguien capaz de llegar a leer el pensamiento, y hasta situarse en el lugar del otro.
Al hablar de la razón queda excluida toda oportunidad para la ciencia exacta. Entonces, la investigación y la novela policial no forman parta de una ciencia exacta; no hay un mecanismo único que derive en resultados, es el razonamiento quien tiene la última palabra. El detective, en este caso, Dupin, posee una frialdad eterna. Es un hombre solitario que resignó parte de su herencia familiar para dedicarse a la vida de los libros; no solo tiene el "arte para razonar", sino que conoce la solución al misterio o al enigma.
Entonces, la presencia del investigador se torna en una figura intelectual y esclarecedora: el propio aspecto de Dupin corre de escena a todos los demás personajes, los hace pequeños, los invisibiliza. En el libro titulado "La Novela Policial", sus ensayistas franceses, Pierre Ayrud y Pierre Boileau, sostienen que en las obras policiales de fines del siglo XIX, "la crueldad aparece nada más que para provocar un investigación y para darle, de algún modo, una aceleración final".
Otro autor que deslizó la razón por sobre lo exacto fue el escritor escocés, Conan Doyle, el mismo que concibió la creación del mito de Sherlock Holmes, el símbolo de la clarividencia mundial. Este hombre que adivinaba todo era conocido como el de "la lógica triunfante", según los ensayistas franceses anteriormente mencionados. A diferencia con Poe, Arthur Conan Doyle, inventa un segundo personaje para que Sherlock Holmes no narre su propia historia. Es un compañero de rutina, un personaje sin demasiada índole, que simplemente acompaña al detective. Su nombre era Watson. Desde esta concreción, Doyle logra conquistar toda clase de público, se da cuenta que el lector debe entrar en juego, identificarse con algunos de los personajes que predilectamente es Watson. Encontramos aquí un sentimiento de inferioridad ante la denominada razón clarividente; un lector que para emparejarse con la novela policial, tiene que abstenerse a las reglas del juego, las de la inferioridad. Serán así los que acompañen y los que pregunten, pero nunca los que descubran de manera sencilla -tal como Holmes- los sucesos que anteceden un crimen.
Si bien la estructura del relato policial se divide entre la misteriosa historia de un crimen y el acople de los datos que recoge el detective, hay que recalcar un dato de época: el período victoriano. Aquí Doyle escribía desde las entrañas de su ideología que afirmaba la nula existencia del conflicto social porque que la sociedad no necesitaba del problema, entonces quien mataba lo hacía por "predisposición genética".
A principios del siglo pasado, en la novela policial, el lector ya no se nivelaba con Watson, sino más se anticipaba "muy rápidamente" a las astucias del escritor que se veía obligado a procrear crímenes más profundos y raros. Pierre Ayrud junto a Pierre Boileau, llegaron a la conclusión de que la novela policial se esforzará por realizar un mito: el del crimen perfecto. Es esta noción la que predomina la literatura policial en el período de la preguerra; donde el autor se ve obligado y forzado a realizar obras largas, sobre todo las inglesas. El público se había volcado a un mundo burgués, y se Interesaba en los "crímenes por interés o encargue". Ya no se experimentaba esa curiosidad infinita por las hazañas de la razón.
LOS AÑOS LOCOS Y SU DESENLACE
Hacia fines de la década del 20, Estados Unidos se jugaba su reputación no solo como Nación, sino también como potencia mundial. Diversos factores la estaquearon: la crisis de la bolsa de Wall Street, las huelgas, la desocupación, la depresión, el gangsterismo político, la ley seca, los traficantes de alcohol. Los novelistas captaron esta realidad para trabajarla a imagen y semejanza. Así, la novela policial se empareja con el contexto; una ficción que contiene diálogos cortos y fríos, con violencia y hasta con retoques populares. El esquema cambia, ahora, es fundamental el papel del detective norteamericano y su "criterio de la verdad" como encargado de esclarecer el crimen. Ya no es un tipo que se suma como un simple aficionado dispuesto a colaborar, sino más bien, trabaja por dinero, se vuelva un profesional más, hace su trabajo y recibe su sueldo. En un contexto de cólera social, la honestidad laboral quedaba a merced del agente, y la "incorruptibilidad" era decencia.
Por su parte, la literatura norteamericana, engendra consigo la esencia de la violencia callejera de la gran ciudad. El crítico literario, Frederic Jameson, sostiene que es un proceso de reinversión, una tierra sin mapas en la que la noción misma de experiencia se ve cuestionada, y cita un ejemplo: "Los Ángeles ya era una suerte de microcosmos y una predicción de lo que sería el país en su totalidad: un nuevo tipo de ciudad sin centro, en la cual las diferentes clases han perdido el contacto con las otras porque cada una está aislada en su sector geográfico". Estados Unidos cae en la vorágine de la política liberal conservadora; donde todos están convencidos de la suciedad de los políticos. Según Martín Malharro la novela policial "no es más que el realismo crítico de los años 20, un realismo que retrata con inusitada ferocidad el espejismo de una sociedad".
Para finales de la década del 30, la violencia penetró en la literatura de la novela policial, y así como en Hemingway inventa a esos dos matones dispuestos a matar por dinero en "Los Asesinos"; Dashiell Hammett también hizo lo suyo narrando hazañas de su pasado como detective privado. En su novela de "Lo negro de lo policial", Ricardo Piglia sostiene que "el dinero que legisla y sostiene la ley es la única razón de estos relatos donde todo se paga".
Durante el período de entreguerras, Raymond Chandler, discípulo de Hammet, aparece como un nuevo ícono de la literatura, donde sus obras, según Frederic Jameson, consisten en "combinaciones y sustituciones, predecibles casi matemáticamente, de las siguientes posibilidades básicas: la persona buscada está muerta y la mató el cliente, la persona buscada es culpable y el cadáver es de otro". Chandler escribe novelas que transcurren en la oscuridad "de un mundo local donde no llegan los beneficios de la Constitución Federal, en un mundo sin Dios". Por su parte, este escritor es quien esparce los crímenes por los distintos estratos de la sociedad. Si Hammet escribía sobre asesinatos en el callejón; Chandler los sacó de allí y los llevó a los lugares más lujosos de la ciudad; mostrando así que la sociedad estaba putrefacta.
Hoy, el relato policial se desliza en la acción, la angustia y la violencia, la tortura y la masacre. Se hablará de policías más corruptos que los ladrones, los ensayistas franceses de "La novela policial" dicen que el simpático detective no siempre logra descubrir el misterio, y a veces ni siquiera hay un misterio, y otras ni siquiera un detective. Ajustada a los tiempos posmodernos la nueva novela requiere más de la acción y seguramente el cine le quite la esencia a la redacción.
REVISTA BLASK MASK
Esta revista fue fundada en 1920 en Inglaterra y se basaba en la creencia de que no existía un orden social establecido. El crítico Herbert Ruhm, argumenta que tras la primer Guerra Mundial el país experimentó un nuevo cinismo y desconfianza en el gobierno, el poder y la ley. A su vez indica que el clima moral era caótico, y la conciencia individual junto a la astucia triunfaba sobre cualquier orden social.
El mundo que mostraba la revista era demasiado turbulento, la violencia era usada en su máxima expresión: "las navajas y las armas de fuego desbancaban a la razón". De este modo, la revista sostenía un relato de la realidad donde el hombre era el lobo del hombre. Los involucrados en esta jerga iban desde abogados y políticos hasta contrabandistas y gangsters. Black mask fue la encargada de describir un mundo lleno de violencia, dominado por el poder y la codicia. Así supo mantenerse entre distintos relatos literarios, defendida por a escritores famosos como Raymond Chandler, hasta su cierre definitivo en 1952.
FUENTE:Reporte platense
http://reporteplatense.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=7555%3Ala-novela-policial-un-recorrido-por-su-historia&catid=13%3Anota-de-tapa&Itemid=83&utm_source=dlvr.it&utm_medium=twitter
Ernesto Mallo: “La ficción puede decir la verdad”
16/08/12
POR ANDRES HAX
Referente del policial clásico local, el escritor explica por qué Lascano, el protagonista de sus tres últimas novelas, es un policía en lugar de un detective privado. Y reconoce que la prosa sin nombres y apellidos le permite revelar el submundo criminal de la trata de personas.
Los argentinos amantes de la novela policial tienen que estar agradecidos a Ernesto Mallo por dos motivos. Primero –y principalmente– por sus tres novelas protagonizadas por “el perro” Lascano: La aguja en el pajar; Delincuente argentino; y Los hombres te han hecho mal, que acaba de ser publicada. Todas novelas de primer orden de la escuela negra, basadas en investigaciones y contactos íntimos de Mallo con el mundo criminal, además de ser entretenidas contienen un fuerte elemento de denuncia a la corrupción en la sociedad argentina. El segundo motivo por cual el rubro tiene que felicitar a Mallo es la creación y la organización del festival Buenos Aires Negro (BAN!), que reunió este año a escritores locales e internacionales pero también a ex-delincuentes, forenses y otros personajes del mundo criminal-policial en su acepción más amplia. Mallo pretende seguir con una segunda edición el año que viene, para la cual ya tiene el compromiso de Hernán Lombardi, secretario de cultura de la ciudad de Buenos Aires.
La nueva novela de Mallo, Los hombres te han hecho mal, encuentra a su héroe, el policía “perro” Lascano, recién jubilado. Azarosamente, una mujer de la alta sociedad se contacta con él para investigar el caso de una niña desaparecida, hace años, en Mar del Plata. Lascano toma el caso, que lo lleva al mundo de los prostíbulos y el crimen organizado de la trata de personas. Mallo conoce del mundo sobre cual escribe. Nos cuenta en su departamento cerca de la estación de Retiro, la clave de escribir un buen policial: “Cada escritor hace su camino, pero hay una cosa segura y es que hay que salir a la calle y mezclarse en los ambientes donde están los que saben. ¿Quiénes son los que saben? Los criminales y los policías”. Y cómo conoce el este mundo, preguntamos: “Bueno, yo tuve una vocación por eso… Durante la dictadura fui un delincuente subversivo y eso me llevó a relaciones con otros delincuentes, subversivos o no. Pero hay como una hermandad en la delincuencia. Y bueno. Me metí en esos mundos. Además son gente que me gusta…”
-¿Cómo se convirtió en escritor?
-Era muy mal alumno, básicamente porque tenía mala conducta. Y además, aquellas materias que no me interesaban no las prestaba atención. Entonces, caía en esa categoría de mal alumno para los profesores. Me tenían de mal alumno y no se ocupaban más de mí.
Y un día la citan a mi madre a la escuela, cosa que era frecuente. Entonces mi madre me dice, “¿Que hiciste ahora?” La verdad, que no sabía. Cuando fue a la escuela querían felicitarla por una composición que yo había hecho para una de las fiestas escolares y le pidieron permiso para leer esa composición para un acto. Entonces, se remontó todo un revuelo allí. Descubrí que había algo en cual era bueno.
-¿Qué edad tenia?
-Nueve años… Entonces decidí seguir por allí. Y seguí escribiendo.
-Escribió la primera novela de esta serie en un estado de desesperación: se había quedado sin nada en 2001, ¿fue difícil escribir en esas condiciones?
-Muchas obras se hacen en situaciones de mucho estrés. La comodidad no es buena para los artistas. Cuando se ponen cómodos no producen nada bueno. Yo siempre digo que lo que es malo para la humanidad es bueno para la literatura.
-Acá en esta novela, uno disfruta de la lectura enormemente, pero los hechos son horribles. ¿Cómo funciona eso, en general? ¿El goce de lo horrible y lo sórdido?
-Creo que es una manera de –como dicen los psicoanalistas– sublimar lados oscuros que uno tiene. Hay muchos autores, y yo me incluyo en ellos, que si no fuéramos escritores, quizás seríamos asesinos seriales. Por ejemplo pienso en Bret Easton Ellis o en Norman Mailer… autores muy, muy densos que lo que hacen es un acto de valentía, y al mismo tiempo como de catarsis de aspectos más oscuros de su propia personalidad.
-¿Está contento con la recepción que ha tenido esta novela? Tengo la sensación que le va mejor afuera que acá.
-Vendo mucho más en España que acá. Vendo mucho más en Francia que acá. Pero bueno, nadie es profeta en su tierra.
-¿Y cómo interpretan las novelas en el exterior? ¿Cómo funcionarán los detalles localistas, por ejemplo?
-En la traducción siempre hay alguna pérdida. Pero he tenido mucha suerte con mis traductores. Por otro lado, soy bastante exigente, especialmente si conozco la otra lengua. En inglés, francés e italiano intervengo. Allí me pongo mucho más firme y controlo mucho la traducción. En Inglaterra, de hecho, hubo un traductor que pedí a la editorial que lo cambiara, porque no funcionaba.
-¿Y cuál era el problema? ¿Con los modismos? ¿Con el ritmo de la prosa?
-No, el problema era… que era un idiota (carcajadas) El estaba escribiendo otra novela. No entendía y además discutía conmigo. Cosa que nunca debería hacer un traductor. Durante mucho tiempo yo hice traducciones y jamás me atrevía de discutir con el autor. Aun cuando los libros eran malísimos. El autor es el autor… pero bueno, en alemán por ejemplo no puedo intervenir, pero tengo amigos que hablan en alemán y me dicen que están bien. En España es donde mas controlo la traducción.
-Buen chiste. Cambiando de tema: ¿Cómo llegó a esta forma de presentar los diálogos todos juntos en un párrafo sin distinguir los interlocutores?
-Eso fue una casualidad. Lo que pasó fue que mi primera novela, La aguja en el pajar, antes de ser novela había sido un guión cinematográfico. Y cómo me toma allí el corralito y todo eso no había quién pusiera un centavo en teatro ni en cine. Entonces dije, ¿qué hago ahora? Voy a transformar esto en una novela. En los guiones se escribe el nombre del personaje y abajo el texto, lo que dicen. Entonces, para transformarla en una novela, fui borrando y borrando. Y al borrarlo se me van quedando todos juntitos. Lo ví y me dije: ¡Queda fantástico así! Hay una reseña que dice algo interesante, que esa manera de escribir los diálogos le daba la sensación al lector que estaba escuchando a escondidas a una conversación ajena. Me pareció bueno eso.
-Sí, e interrumpe el tiempo de la lectura. Entonces el libro tiene como dos velocidades diferentes.
-Siempre digo que mis lectores tienen que trabajar. Es decir, yo no se las doy todas resueltas. Y en los diálogos pasa eso: tienen que deducir quién esta hablando. Una vez que el lector pesca el mecanismo, va rápido. Y en la primera novela antes del primer diálogo hay una conversación a través de la radio de Lascano con su central. Yo no me di cuenta en el momento, pero allí le estoy dando al lector una lección en cómo se leen los diálogos.
-¿Cómo nació Lascano en su imaginación?
-Lascano… la verdad es que no sé cómo fue que apareció. El nombre, por ejemplo, lo saqué pensando en inglés Last Cana. Pero esto es de la cocina, ¿no? El personaje… Yo tenía la dificultad de escribir un policial sin la figura del detective privado que en la novelística norteamericana es el personaje, pero acá en la Argentina no existen. Lo único que existe son tipos que siguen maridos infieles. No se meten en crímenes, no tienen estatus, nada. Entonces, tenía que poner un policía. Y además quería situar la novela en la época de la dictadura. Esto creaba otro problema, porque las fuerzas armadas y las fuerzas policiales fueron cómplices de la dictadura. Entonces dije: bueno, este cana no es cómplice. Eso ya le daba al personaje una perspectiva diferente. De allí creció. De los elementos de su personalidad, hay cosas tomadas del personaje de Harvey Kietel en El pianista. Esa idea del salvaje tierno. En fin, los personajes son como mosaicos de gente que conozco, de mí mismo, de personajes de historietas, de novelas. Así se arman. El cóctel, el mix que surgió con Lascano dio un personaje muy potente. Con Lascano la gente se siente identificada.
-Y hay investigaciones detrás de estas novelas. ¿Tiene algún miedo al escribir?
-Sí, con eso de meterse con gente pesada… No escribo denuncia. Mientras no pongas nombre y apellido y lo señales, no pasa nada. Por eso la ficción puede decir la verdad.
-¿Es legítimo leer esta novela como una crítica social? Escribe sobre cosas que están mal en el país…
-Absolutamente. Y no sólo en el país. La trata de personas es un tema internacional… Hay más esclavos hoy que en cualquier momento en la historia, pasa que están encubiertos. Y además están protegidos por los políticos y por la policía. Es un negocio de mucho dinero.
-¿Cómo explica este boom de la novela policial?
-El policial es un género que siempre está funcionando. Hay momentos que levanta, en que hay más o menos interés. Y ahora es un momento que esta en alza.
-¿Eso es aleatorio? ¿O hay un motivo?
-Seguro que hay un motivo. El motivo es que lo que también está en alza es la criminalidad. La gente necesita entender qué es lo que pasa. Y no puede confiar en eso ni en los medios ni en los políticos. Porque ninguno de los dos puede decir la verdad. Ninguno puede revelar las complicidades y de qué manera están entrelazado el crimen con los gobiernos y con los medios. No es que son dos cosas diferentes. Forman parte de lo mismo… Entonces, creo que la gente tiene una gran necesidad de entender. Y la novela policial, esencialmente la novela negra, que se mete con temas políticos y sociales, es la que dice la verdad. La dice a través de la mentira, a través de una ficción. Pero como es una ficción, puede decir cosas que los demás no pueden decir. Y una es hasta qué punto el crimen esta entrelazado con la política. No son dos cosas diferentes.
Fuente: Revista Ñ http://www.revistaenie.clarin.com/literatura/ficcion/Ernesto_Mallo-_-La_ficcion_puede_decir_la_verdad_0_756524574.html
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