Más allá de que el permiso para portar armas se generalizó de manera franca y abierta recién a fines del mes pasado, el hecho forma parte de una tendencia que es de vieja data.
Siempre los Estados Unidos son noticia por hechos sangrientos relacionados con la difusión de las armas en ámbitos privados, domésticos. Allá ocurre algo especial, y es que el Estado tiene cada vez menos eso que se llama el monopolio de la fuerza. La gran cuestión es saber si esto es algo positivo o negativo para el aquel país y para el resto del mundo. El liberalismo, en sus versiones ortodoxas o revolucionarias (anarquistas, socialistas), respondería quizá que esto podría llegar a tener su lado positivo. El hecho es que el Estado norteamericano otorga los permisos con requisitos mínimos. Ahora bien, ¿con qué consecuencias?
A mediados del 2007, corrió una noticia de esas que uno no sabe si reírse o llorar: se le había concedido un permiso para portar armas a un bebé de 10 meses. Esto puede verificarse en Internet. Incluso hay posteadas imágenes del carnet con la foto del bebe, ¡un certificado para que un nene de 10 meses utilice eventualmente un arma! Hasta este punto está llegando la liberalización de estas cuestiones en Estados Unidos.
Lo que no hace sonreír de ninguna manera son las consecuencias que tiene esto: por ejemplo, las masacres registradas en los últimos años: así, la del 16 de abril de 2007, Blacksburg, Virginia, que dejó 32 muertos y 29 heridos (conocida como las Masacre de Virginia Tech). O la del 20 de abril de 1999, en Littleton, Colorado, con un saldo de 15 muertos (la Masacre del instituto Columbine). Piénsese que, más allá de las motivaciones psicológicas o psiquiátricas que puedan adjudicársele a los autores, éstos no hubieran podido perpetrar sus horrores sin la disponibilidad llana y libre de armas que se da por allá.
Hoy mismo, en Norteamérica existen 200 millones de armas autorizadas, para 300 millones de habitantes… Estos son datos reales, literales. Dos armas por cada tres habitantes.
No es casual que un país tan desarrollado como EE UU se convierta cada vez más en una especie de far west…
Pero no sólo Norteamérica paga cara su permisividad en este sentido: el exterior, los demás países, también tienen que sufrir su cuota; todos tenemos que aportar nuestro tributo de inseguridad global. El poder que tienen las empresas armamentísticas en Norteamérica lleva además a este país a provocar situaciones de guerra: de las que inmiscuyen directamente a los Estados Unidos o a sus países aliados o satélites, y las que irrumpen por ejemplo en nuestra doméstica Sudamérica. Siempre que un país depende de las armas (y más si tiene la magnitud y el potencial de los Estados Unidos), siempre que las empresas armamentísticas tienen semejante poder en un país, vamos a ver al mundo entero en pie de guerra.
Es obvio que se debe pensar en cuáles son las causas de esta armamentización de la sociedad norteamericana. ¿Cuáles son las empresas en juego? Hay un nombre que va a sonar conocido a todos nuestros oídos: el del Bin Laden Group (es la quinta armamentística en Norteamérica). De a poco se va observando cómo las leyes van quedando a medida de los poderes económicos. Esto tiene un papel innegable en la tendencia norteamericana a entrar en guerra o a fomentar los conflictos en diversos lugares. (Decía Marx que el industrialismo moderno precisa de guerras; que es un sistema carnicero por necesidad.) Es sabido que el Pentágono está dominado actualmente por las petroleras, las grandes finanzas, y las empresas de armas.
Pero este es un proceso global y general, que afecta a todos los sectores de la economía. La policía, el ejército, la penitenciaría se van a ir privatizando cada vez más; es decir, no van a ser asunto del Estado sino de los particulares. Esto equivale a la renuncia del Estado a lo que se llama el monopolio de la fuerza… Es muy probable que se vaya viendo algo así también en estas latitudes. Ya sabemos que hay intereses golpeando la puerta, a ciertos grupos le convendría que también los argentinos se armasen igual que los norteamericanos.
No es tranquilizador aceptar la deserción del Estado en estas cuestiones claves… Pero no se afirma que esto deba ocurrir, sino que simplemente se comprueba algo que sucede. Realidades, más allá de los deseos personales. Obviamente también debe constar el repudio personal que experimentamos hacia este hecho.
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