Miguel Angel Molfino
SALUDA A LA MUERTE DE MI PARTE
17° Entrega
RESUMEN: Leo Fariña es dejado como cebo por el FBI en un gran shopping. Un tipo le entrega una carta. La abre. Es de Billy Jensen, le pide que se deje acompañar por una gente hasta donde él se encuentra. Al salir del centro comercial, se desata un tiroteo infernal. El FBI lo salva y huyen en una camioneta. Leo Fariña es herido en un brazo y se desmaya en plena fuga.
Un sablazo de luz me despabiló. El resplandor que llovía sobre el ventanal era blanco, muy blanco, cegador. Benita terminaba de vendarme la herida y retiraba de mis narices sus senos asfixiados por un escote rojo. Tony y Quebrantahuesos me observaban con una sonrisa.
- Fue sólo un raspón, Fariña, hoy no es tu último día.- Tony fumaba suavemente.
Algo murmuró el urso mexicano y se retiró. La habitación era un rectángulo azul cobalto y yo estaba despatarrado sobre una cama enorme. Benita me acercó un whisky, me erguí, el dolor me paralizó el brazo y caminé hasta la gran sala. Me senté en el sofá amarillo y el primer sorbo me recorrió el esófago como un aluvión de lava. Los dos yanquis de la ATF armaban dos AK47. Prendí un cigarrillo. No me acostumbraba a esta nueva vida. Vivir en peligro envejece Y no veía un final claro. Sorbí un largo trago del scotch. Noté que todos andaban un poco alterados. Hablaban entre sí, iban y venían de un cuarto a otro, uno de los de la ATF montó una imponente ametralladora Kord 12.7 rusa sobre uno de los ventanales, apuntando al cielo. Dada la altura del departamento, parecían esperar un ataque aéreo o cazar a Supermán, una de dos. Una brasa se desprendió del cigarrillo y se ahogó en el whisky. Me lo bebí con cenizas y todo. Benita se me acercó, señuda y marcial.
- Ahora, Fariña, se me queda bien tranquilito, ¿eh?, que va a tener una entrevista.- Se había retocado el maquillaje y pintado los labios. Su perfume se olía desde Sudáfrica.
Esto tenía más animación que una función de circo, sin embargo, como si fuera lacre, se me derretían la angustia y el miedo en el estómago. Tony hablaba con un handy en la cocina. Se había colocado una sobaquera en la que llevaba un Magnum 354. Quebrantahuesos se ubicó en una silla a dos metros de la puerta de entrada. La Uzi reposaba como un bebé negro sobre sus muslos. Benita hablaba con uno y otro como una ajetreada regisseur a punto de estrenar su obra. Prendí otro cigarrillo y me puse a pasear mis ojos por la bahía. Los rascacielos parecían de tiza y el mar, un trapo azul arrugado. ¿Qué estaría pasando? El aire se cargaba, más y más, de una electricidad insoportable. Nadie siquiera se percataba de mi ya casi invisible presencia. Un refucilo de dolor me zigzagueó por dentro del brazo herido. Agité una mano pidiéndole un nuevo whisky a Benita y fue en vano: estaba atareada en limpiar la gran mesa del comedor. Al rato, depositó sobre ella una pila de carpetas rojas, varios ceniceros, copas y jarras de agua y en una de las cabeceras, un gran vaso de leche. De pronto, se ahondó el silencio. Se escuchó que bajaba gente del ascensor y creyó reconocer una voz. Cuando se abrió la puerta, ingresaron los tres percherones que había visto en el bar Las flores del mal en San Telmo. Encabezaban el trío esa especie de Danny DeVito que era el señor Arzac, más conocido como Baygón y la coruscante Elaine, la creativa. Oh, sorpresa, venían del brazo. Retacón, anteojos Clipper, trajeado con un ambo de lino color hueso, camisa abierta verdosa y su mano izquierda forrada con un guante de cuero negro. Era una prótesis.
¿Qué hacía Baigón en un nido del FBI? Era esperado como un jefe-jefe, bajo tremendas medidas de seguridad y un silencio temeroso. Ni que hubiera entrado Edgar J.Hoover. Todo volvía a confundirse. Me sentía harto del funambulesco ajedrez que se estaba jugando. Yo era un peón asediado por las piezas más crueles del tablero.
- Te presento al señor Baigón, Fariña – Tony debía suponer que estaba anunciado una pelea en el Luna Park, su voz sonó altisonante.
- Encantado – dije mientras semblanteaba al recién llegado. Elaine hacía aletear sus pestañas en un mohín caprichoso, de niña malcriada.
Baygón tosió con todo su enorme abdomen, se quitó los anteojos de aviador y me depositó una mirada que no terminé de comprender. Una lengua rápida, procaz, recorrió su pequeña boca. Uno de los percherones se le acercó y le entregó los anteojos y una pequeña Ruger .40, una “vest pocket pistol” como las llamaba mi amigo Manny Gatica, un chicano neoyorkino que murió en una cárcel de Texas.
- Miren nomás al fiel amigo de La Barbie – me dijo y volteando al coro de secuaces, lo apestilló- Imagino que ya está ablandado y dispuesto a colaborar, ¿no?
Los coreutas movieron sus cabezas al unísono y Tony dijo “está a punto de caramelo”, logrando que Baygón lo mirara con desdén.
- Llegó el momento de la verdad –dijo- Vamos a la mesa.
CONTINUARÁ…
lunes, 26 de agosto de 2013
lunes, 19 de agosto de 2013
Saluda a la muerte de mi parte/16
Miguel Angel Molfino
SALUDA A LA MUERTE DE MI PARTE
16° Entrega
RESUMEN: Según el
FBI, Billy Jensen se hallaba en Panamá. Deciden que Leo Fariña salga a
mostrarse por la ciudad como señuelo para atrapar al anticuario sospechado de
traficante. Le colocan un GPS, un micrófono, le dan un celular y un 38 Special.
El FBI le asegura que le cuidará las espaldas y actuará en caso de peligro. Lo
dejan en un lujoso shopping. Ya en los pasillos, es interceptado por un tipo.
Le entrega una carta. Reconoce la letra de Billy en el sobre.
Ya había mucha gente que pensaba mal de Billy,
pero conmigo siempre fue un gran amigo. Había algo en él que me recordaba a mi
abuelo, su mansedumbre era como un tónico sedante. Siempre fui un ansioso y me
hacía bien frecuentarlo. Aparentaba tener un carácter débil pero no era así, se
imponía con un silencio pesado como un yunque y podía soportar la embestida de
una Caterpillar. Digo que era un tipo fuerte pero no malo aunque, a veces, su
astucia podía pasar como una refinada forma de la maldad. Me resultaba
inconcebible que Billy fuera un traficante de armas. Solía contarme sus viajes
a Panamá y en especial a la zona franca de la ciudad de Colón. Tenían que ver
con la adquisición de containers repletos de antigüedades y artesanías
procedentes del sudoeste asiático. Además, mi amigo era un hombre rico y no encontraba
la razón para que se embarcara en semejante aventura criminal. Era lo que yo
entendía.
Terminé mi café y
prendí un cigarrillo. Mis dedos tamborileaban sobre el sobre. Me resistía a
abrirlo y leer finalmente la carta. El miedo me golpeaba cíclicamente la boca
del estómago: tenía la sensación de que algo vivo había entrado a mis entrañas,
un alien o algo así. En una pitada,
levanté la vista y ví a Quebrantahuesos cargando
una bolsa de Ermenegildo Zegna. A simple vista supe que allí llevaba la Uzi. Me
deslizó una dura mirada mexica. Abrí
el sobre. Leí:
“Querido amigo:
Estoy en aprietos. Me han confundido con un
maleante y no puedo convencerlos de lo contrario. ¿Por qué viniste a Panamá?
¿Estás en manos de un tal Arzac o Baigón? ¿Viajaste con Don Martin? Necesito
hablar con vos. De eso depende mi destino. La gente que me tiene te pasará a
buscar por la avenida Punta Darién frente al monumento de la madre, dentro de
media hora. No hay peligro alguno. ¡Plis! Ayudame. Un abrazo.
Billy.
PD: Este cheque es para tus gastos. Es de una
cuenta que tengo en el Banco Nacional de Panamá, bajo el nombre de Hernán
Ruzzi. No te asustes, en este país todo es trucho.
Apagué el cigarrillo
no sin antes prender otro con la colilla. Miré el reloj. OK., Leo - me dije-
¿Cuándo regresarás a una vida normal, aburrida y sin un mango, pero libre de
peligros y enigmas? Todo era tan raro que asustaba. De chico jamás quise
subirme a un tren fantasma pero ahora, a la vejez, viruela: me había comprado
todos los boletos. Sonó el celular. Era Tony. Me preguntaba sobre mi encuentro
con el tipo y se lo conté. También le dije que Jensen me había citado. Me
respondió que no me ponga nervioso, que ellos se iban a ocupar. Vos andá a la cita y aflojá el muñeco,
Fariña, acordate que llevás un GPS, y cortó. Resoplé, fumé la última pitada
y pedí la cuenta. Mi vida había cobrado una velocidad más propia de un fórmula
1. Vértigo, riesgo y curvas y contracurvas, pero ¿adónde quedaban los boxes?
La salida oeste daba
a la avenida Punta Darién. Ya en el estacionamiento alcancé a ver a dos tipos
agazapados detrás de una camioneta. A cinco metros de ellos, se movía una
espalda como si fuera un enorme caparazón negro. Bruscamente, dos brazos
gruesos como sequoias me levantaron en vilo y me tiraron detrás de unas macetas
de hierro, en el momento en que sonaron tres tiros secos de pistola. Acostado
en el piso, saqué mi 38 y traté de adivinar desde dónde venían los disparos. Parapetado detrás
de un gran león de granito, a pasos de mi posición, Quebrantahuesos hacía zumbar a la Uzi.
La espalda que se
desplazaba casi en cuclillas ya era un tipo, era tan ancho como alto, un
cuadrado humano que disparaba con un AK47. Las balas golpeaban en las macetas y
algunas pasaban silbando muy cerca de mis orejas. Desde un Toyota estacionado,
Benita abrió fuego con una ametralladora y bajó a dos tiradores que metían
plomo hacia las macetas. Apunté al cuadrado humano y mi 38 tuvo su bautismo de
fuego. El blanco siguió vivo. Entró chirriando la camioneta Lincoln negra, se
abrió una puerta y una mano me hizo señas que entrara mientras, desde las
ventanillas traseras, se desataba una tormenta de proyectiles sobre los
atacantes. Vi a un chino huyendo empuñando una pistola. Parpadeé y el chino
cayó flameando, perforado como un trapo. Ya en la Lincoln (Quebrantahuesos había saltado siguiendo mis pasos) sentí un ardor
furioso en el antebrazo izquierdo Dejamos los tiros y al cuadrado humano atrás
y empecé a marearme al reparar que el sitio del dolor sangraba. No mames, me saliste medio puñal, broder. No
es nada..dijo el luchador mexicano. Fue allí cuando me desmayé.
CONTINUARÁ…
viernes, 16 de agosto de 2013
Saluda a la muerte de mi parte/15
Miguel
Angel Molfino
SALUDA
A LA MUERTE DE MI PARTE
15° Entrega
RESUMEN: Durante diez días, los hombres del FBI prácticamente no aparecen por el departamento
donde tienen encerrado a Leo Fariña. Sorpresivamente, llega al lugar Elaine la
creativa con el pretexto de buscar un pasaporte falso y dólares. El
encontronazo amoroso entre los dos fue inevitable. Hacen el amor desaforadamente
hasta que llegan Tony y
Quebrantahuesos. Más calmos, llevan a
cabo una reunión en la que deciden que Fariña debe salir a la calle como
señuelo.
La gran noticia me la
dio Tony: habían confirmado que Billy Jensen se hallaba en Panamá aunque
desconocía si era él la persona que se escondía detrás del apodo La Barbie. Me
colocaron un cinturón con una hebilla que disfrazaba un GPS, un micrófono
adherido al pecho y me dieron un 38 Special de cañón corto. También me dieron
un celular con botón de pánico. Con sólo apretarlo me comunicaba con el FBI y
creo que con Obama. Era evidente que la adrenalina me dopaba porque había
perdido cerca del 70% de mi miedo. Simplemente, no pensaba.Ya vestido
enteramente de beige, sombrero panamá y nuevos anteojos oscuros, me miré al espejo.
He aquí a un soplón de Fulgencio Batista, me dije; solo me faltaban unos
bigotitos de cantante de boleros. Tony fue claro: caminá, andá a los shoppings,
visitá bares, el centro histórico, que nosotros te cuidamos de cerca. Quebrantahuesos fue el encargado de
llevarme hasta el Multiplaza Pacific, un gigantesco y lujoso centro comercial.
Seguía a nuestro auto una combi decorada con flores de todos los colores y
tamaños. Se leía Florerías Edén.
- En la combi viaja el equipo de GPS y escuchas.
Trabajan para tí, cabrón. Ni tu mamá te cuidó tanto.- Quebrantahuesos me sonreía desde el espejo retrovisor.
“Ruge la mar embravecida/ rompe la ola desde el
horizonte/brilla el verde azul del gran Caribe…”, la voz de Rubén Blades nos llenaba de espuma y
tiburones y de algún modo, la multitud de mujeres parecía arrastrada por el
ritmo de la canción. Y gastaban chévere sus tarjetas de crédito. Caminé por los
pasillos rutilantes de marcas caras y famosas. Recordé de golpe a los Xué Zhán,
la mafia china que también venía por mis huesitos. Sonó el celular. Era Tony.
- Hay un tipo siguiéndote. Caminá más lento, dejá que
se acerque y si no te rebasa, lo cazamos nosotros. Tranquilo, Fariña, si el
ñato te encara, seguile la corriente.
Su voz era helada y tensa. Me preocupó hasta
el escalofrío. Colgó. Puse mi mano derecha en el bolsillo del pantalón y
acaricié la culata del pequeño 38. Me detuve en una vidriera de Wrangler para atisbar al merodeador. Era un moreno
alto, de saco suelto y camisa abierta sobre el pecho. Una gran cruz de oro
brillaba a mitad del esternón. Mascaba chicle y se veía como el hombre más
distraído del mundo. Decidí sentarme en una cafetería. Al tipo le sorprendió mi
cambio de rumbo, titubeó, siguió de largo sin mucha convicción y frenó
bruscamente. En un par de segundos lo tenía sentado frente a mí. Se rompieron
todos los diques de mis glándulas sudoríparas y en un parpadeo, estaba bañado
en transpiración. Puse cara de “en qué
puedo servirle” mientras que el tipo, sumido en un trepidante silencio,
metía la mano en su saco. A partir de allí, todo empezó a moverse en cámara
lenta. Yo llevé mi mano hacia el revólver pero él extrajo un sobre gris perla
que llevaba escrito mi nombre. La letra inconfundible de Billy Jensen me nubló
la vista.
- Se lo envía un amigo –dijo el moreno con su voz de
Barry White, haciendo tintinear la multitud de cadenas de oro de su muñeca- Lea bien la carta.
Se levantó y se
perdió entre un océano de bolsas rojas, mujeres ansiosas y perros caniche. El
intenso sudor hizo que se desprendieran las cintas adhesivas que sostenían el
minúsculo micrófono que llevaba en el pecho. Después me enteré que por poco no
dejé sordo a un escucha del FBI metido en la combi camuflada.
Pedí un café. Antes
de abrir el sobre, vi a Elaine la creativa. Me miró, guiñó un ojo, sonrió, sacó
la puntita de la lengua y la hizo viborear un segundo. Yo me sentía pálido,
húmedo y desencajado. Toda la libido se me había evaporado. De modo que abrí el
sobre y desplegué una carta manuscrita firmada por Billy. Qué antigüedad, pensé, aunque admití que estaba acorde con el
estilo patricio del que hacía gala el personaje. Luego pensé que, tal vez,
evitó abrir un Word, escribir y dejar rastros en una computadora. Además de la
carta, el sobre contenía un cheque a mi nombre por ocho mil dólares. Billy
Jensen me empezó a parecer extraño, muy extraño. ¿Qué era todo este embrollo
que giraba en su alrededor? ¿Era él, finalmente, el buscadísimo mafioso llamado
La Barbie?
Se estaba nublando.
Las palmeras que bordaban las afueras del shopping se bañaban en la brillante
luz de mercurio que caía del cielo.
CONTINUARÁ…
sábado, 10 de agosto de 2013
Presentación de la novela Epicrisis
Charla en el BAN!
Fotografía: Francisco Vera
Por Guillermo Anderson
Se presentó “Epicrisis” segunda novela del criminalista y escritor Gastón Intelisano en el marco de la tercera jornada del Buenos Aires Negra BAN! Festival Internacional de Novela Policial y Tinta Roja Policiales estuvo ahí para contarlo.
La charla se denominó Serial Killers: Ciencia y Ficción”Mesa de la cual participaron especialistas en criminología Gastón Intelisano, Daniel Silva y Raúl Torre, quienes explicaron los diversas clasificaciones de asesinos.
El criminalista Intelisano fue haciendo diversas preguntas que los especialistas fueron contestando de manera didáctica y ejemplificando con casos más famosos de la escena local e internacional.
Los ejes conceptuales que predominaron fueron organización y desorganización cuando se comete un crimen. Estas temáticas aparecen tanto en Modus Operandi como en Epicrisis las novelas de Intelisano.
Raúl Torre explicó que para que haya un delito tiene que existir las siguientes condiciones: Existir un bien, un delincuente motivado y falta de vigilancia.
Se destacó precisiones sobre la temática de la charla tales como que la serialidad no es solo en casos de homicidio. Otro dato aportado que en la actualidad tiene que haber dos crímenes para ser considerados como en serie.
Se explicó la calificación de “fetiche” cuando un criminal busca a sus victimas por características físicas, color de pelo, peinado, etc .
Y durante toda la conferencia fue girando en torno de esas tematicas.
El escritor al final de la charla nos respondió algunas preguntas
T.R.P-¿Cómo se vivió y que te pareció la presentación de tu novela?
G.I-Con mucha ansiedad, pero muy contento con el resultado, aparte Raúl (Torre) y Daniel (Silva), son dos amigos que fueron profesores míos, especialistas en el tema y ellos mismos se encargaban de responder las preguntas que les iba haciendo y eso me dio mucha tranquilidad.
T.R.P: ¿Estas trabajando en la tercera novela?
G.I-Si, estamos en la parte de la investigación, me gusta ponerme en el lugar y que si un personaje va caminando en un lugar, tengo que recorrer esos lugares, le aporta no solo la veracidad sino que inventando por ahí te perdes de cosas, como olores, el viento o la lluvia del lugar, que a la hora de escribir suman un montón
T.R.P: ¿Vuelven los personajes principales?
G.I: Si, vuelven Soler ,Battaglia y De Marco.
T.R.P: La primera fue en Mar del Plata y la segunda en Buenos Aires
¿Se puede contar el lugar donde suceden los hechos de la tecera de la saga?
G.I: La tercera novela posiblemente arranque en Mendoza y el mismo caso lo vaya arrastrando a Buenos Aires.
T.R.P:¿Estas en la organización deL BAN?
Si, el año pasado vine como invitado y para este año me convoco Ernesto Mallo me convoco para coordinar la parte de charlas y presentaciones sobre temáticas forenses, me encargue e buscar a los invitados y armar los temas.
Sobre el autor:
Gastón Intelisano
Nací en San Martín, Provincia de Buenos Aires, el 16 de Mayo de 1978. A los 23 años me recibí de Licenciado en Criminalística tras haberme sido otorgada una beca universitaria por el Congreso de la Nación Argentina. Durante cuatro años acompañé como pasante universitario a la U.M.F.I.C. (Unidad Médico Forense de Investigación Criminalística, dependiente de Científica de La Policía Federal Argentina) donde pudo observar de cerca el trabajo tanto de Médicos forenses como de Peritos y asistir a numerosas escenas de crímenes y autopsias. En 2008 me recibí de Radiólogo, título que aportaría conocimientos médicos, aplicados a la resolución de investigaciones criminales. Desde 2011 pertenezco al Cuerpo Médico Forense del Departamento Judicial de La Provincia de Buenos Aires. MODUS OPERANDI es mi primera novela.
Fuente:http://autoresdeargentina.com/
Fotografía: Francisco Vera
lunes, 5 de agosto de 2013
Saluda a la muerte de mi parte/16
Miguel Angel Molfino
SALUDA A LA MUERTE DE MI PARTE
16° Entrega
RESUMEN: Según el
FBI, Billy Jensen se hallaba en Panamá. Deciden que Leo Fariña salga a
mostrarse por la ciudad como señuelo para atrapar al anticuario sospechado de
traficante. Le colocan un GPS, un micrófono, le dan un celular y un 38 Special.
El FBI le asegura que le cuidará las espaldas y actuará en caso de peligro. Lo
dejan en un lujoso shopping. Ya en los pasillos, es interceptado por un tipo.
Le entrega una carta. Reconoce la letra de Billy en el sobre.
Ya había mucha gente que pensaba mal de Billy,
pero conmigo siempre fue un gran amigo. Había algo en él que me recordaba a mi
abuelo, su mansedumbre era como un tónico sedante. Siempre fui un ansioso y me
hacía bien frecuentarlo. Aparentaba tener un carácter débil pero no era así, se
imponía con un silencio pesado como un yunque y podía soportar la embestida de
una Caterpillar. Digo que era un tipo fuerte pero no malo aunque, a veces, su
astucia podía pasar como una refinada forma de la maldad. Me resultaba
inconcebible que Billy fuera un traficante de armas. Solía contarme sus viajes
a Panamá y en especial a la zona franca de la ciudad de Colón. Tenían que ver
con la adquisición de containers repletos de antigüedades y artesanías
procedentes del sudoeste asiático. Además, mi amigo era un hombre rico y no encontraba
la razón para que se embarcara en semejante aventura criminal. Era lo que yo
entendía.
Terminé mi café y
prendí un cigarrillo. Mis dedos tamborileaban sobre el sobre. Me resistía a
abrirlo y leer finalmente la carta. El miedo me golpeaba cíclicamente la boca
del estómago: tenía la sensación de que algo vivo había entrado a mis entrañas,
un alien o algo así. En una pitada,
levanté la vista y ví a Quebrantahuesos cargando
una bolsa de Ermenegildo Zegna. A simple vista supe que allí llevaba la Uzi. Me
deslizó una dura mirada mexica. Abrí
el sobre. Leí:
“Querido amigo:
Estoy en aprietos. Me han confundido con un
maleante y no puedo convencerlos de lo contrario. ¿Por qué viniste a Panamá?
¿Estás en manos de un tal Arzac o Baigón? ¿Viajaste con Don Martin? Necesito
hablar con vos. De eso depende mi destino. La gente que me tiene te pasará a
buscar por la avenida Punta Darién frente al monumento de la madre, dentro de
media hora. No hay peligro alguno. ¡Plis! Ayudame. Un abrazo.
Billy.
PD: Este cheque es para tus gastos. Es de una
cuenta que tengo en el Banco Nacional de Panamá, bajo el nombre de Hernán
Ruzzi. No te asustes, en este país todo es trucho.
Apagué el cigarrillo
no sin antes prender otro con la colilla. Miré el reloj. OK., Leo - me dije-
¿Cuándo regresarás a una vida normal, aburrida y sin un mango, pero libre de
peligros y enigmas? Todo era tan raro que asustaba. De chico jamás quise
subirme a un tren fantasma pero ahora, a la vejez, viruela: me había comprado
todos los boletos. Sonó el celular. Era Tony. Me preguntaba sobre mi encuentro
con el tipo y se lo conté. También le dije que Jensen me había citado. Me
respondió que no me ponga nervioso, que ellos se iban a ocupar. Vos andá a la cita y aflojá el muñeco,
Fariña, acordate que llevás un GPS, y cortó. Resoplé, fumé la última pitada
y pedí la cuenta. Mi vida había cobrado una velocidad más propia de un fórmula
1. Vértigo, riesgo y curvas y contracurvas, pero ¿adónde quedaban los boxes?
La salida oeste daba
a la avenida Punta Darién. Ya en el estacionamiento alcancé a ver a dos tipos
agazapados detrás de una camioneta. A cinco metros de ellos, se movía una
espalda como si fuera un enorme caparazón negro. Bruscamente, dos brazos
gruesos como sequoias me levantaron en vilo y me tiraron detrás de unas macetas
de hierro, en el momento en que sonaron tres tiros secos de pistola. Acostado
en el piso, saqué mi 38 y traté de adivinar desde dónde venían los disparos. Parapetado detrás
de un gran león de granito, a pasos de mi posición, Quebrantahuesos hacía zumbar a la Uzi.
La espalda que se
desplazaba casi en cuclillas ya era un tipo, era tan ancho como alto, un
cuadrado humano que disparaba con un AK47. Las balas golpeaban en las macetas y
algunas pasaban silbando muy cerca de mis orejas. Desde un Toyota estacionado,
Benita abrió fuego con una ametralladora y bajó a dos tiradores que metían
plomo hacia las macetas. Apunté al cuadrado humano y mi 38 tuvo su bautismo de
fuego. El blanco siguió vivo. Entró chirriando la camioneta Lincoln negra, se
abrió una puerta y una mano me hizo señas que entrara mientras, desde las
ventanillas traseras, se desataba una tormenta de proyectiles sobre los
atacantes. Vi a un chino huyendo empuñando una pistola. Parpadeé y el chino
cayó flameando, perforado como un trapo. Ya en la Lincoln (Quebrantahuesos había saltado siguiendo mis pasos) sentí un ardor
furioso en el antebrazo izquierdo Dejamos los tiros y al cuadrado humano atrás
y empecé a marearme al reparar que el sitio del dolor sangraba. No mames, me saliste medio puñal, broder. No
es nada..dijo el luchador mexicano. Fue allí cuando me desmayé.
CONTINUARÁ…
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