Miguel Angel Molfino
SALUDA A LA MUERTE DE MI PARTE
16° Entrega
RESUMEN: Según el
FBI, Billy Jensen se hallaba en Panamá. Deciden que Leo Fariña salga a
mostrarse por la ciudad como señuelo para atrapar al anticuario sospechado de
traficante. Le colocan un GPS, un micrófono, le dan un celular y un 38 Special.
El FBI le asegura que le cuidará las espaldas y actuará en caso de peligro. Lo
dejan en un lujoso shopping. Ya en los pasillos, es interceptado por un tipo.
Le entrega una carta. Reconoce la letra de Billy en el sobre.
Ya había mucha gente que pensaba mal de Billy,
pero conmigo siempre fue un gran amigo. Había algo en él que me recordaba a mi
abuelo, su mansedumbre era como un tónico sedante. Siempre fui un ansioso y me
hacía bien frecuentarlo. Aparentaba tener un carácter débil pero no era así, se
imponía con un silencio pesado como un yunque y podía soportar la embestida de
una Caterpillar. Digo que era un tipo fuerte pero no malo aunque, a veces, su
astucia podía pasar como una refinada forma de la maldad. Me resultaba
inconcebible que Billy fuera un traficante de armas. Solía contarme sus viajes
a Panamá y en especial a la zona franca de la ciudad de Colón. Tenían que ver
con la adquisición de containers repletos de antigüedades y artesanías
procedentes del sudoeste asiático. Además, mi amigo era un hombre rico y no encontraba
la razón para que se embarcara en semejante aventura criminal. Era lo que yo
entendía.
Terminé mi café y
prendí un cigarrillo. Mis dedos tamborileaban sobre el sobre. Me resistía a
abrirlo y leer finalmente la carta. El miedo me golpeaba cíclicamente la boca
del estómago: tenía la sensación de que algo vivo había entrado a mis entrañas,
un alien o algo así. En una pitada,
levanté la vista y ví a Quebrantahuesos cargando
una bolsa de Ermenegildo Zegna. A simple vista supe que allí llevaba la Uzi. Me
deslizó una dura mirada mexica. Abrí
el sobre. Leí:
“Querido amigo:
Estoy en aprietos. Me han confundido con un
maleante y no puedo convencerlos de lo contrario. ¿Por qué viniste a Panamá?
¿Estás en manos de un tal Arzac o Baigón? ¿Viajaste con Don Martin? Necesito
hablar con vos. De eso depende mi destino. La gente que me tiene te pasará a
buscar por la avenida Punta Darién frente al monumento de la madre, dentro de
media hora. No hay peligro alguno. ¡Plis! Ayudame. Un abrazo.
Billy.
PD: Este cheque es para tus gastos. Es de una
cuenta que tengo en el Banco Nacional de Panamá, bajo el nombre de Hernán
Ruzzi. No te asustes, en este país todo es trucho.
Apagué el cigarrillo
no sin antes prender otro con la colilla. Miré el reloj. OK., Leo - me dije-
¿Cuándo regresarás a una vida normal, aburrida y sin un mango, pero libre de
peligros y enigmas? Todo era tan raro que asustaba. De chico jamás quise
subirme a un tren fantasma pero ahora, a la vejez, viruela: me había comprado
todos los boletos. Sonó el celular. Era Tony. Me preguntaba sobre mi encuentro
con el tipo y se lo conté. También le dije que Jensen me había citado. Me
respondió que no me ponga nervioso, que ellos se iban a ocupar. Vos andá a la cita y aflojá el muñeco,
Fariña, acordate que llevás un GPS, y cortó. Resoplé, fumé la última pitada
y pedí la cuenta. Mi vida había cobrado una velocidad más propia de un fórmula
1. Vértigo, riesgo y curvas y contracurvas, pero ¿adónde quedaban los boxes?
La salida oeste daba
a la avenida Punta Darién. Ya en el estacionamiento alcancé a ver a dos tipos
agazapados detrás de una camioneta. A cinco metros de ellos, se movía una
espalda como si fuera un enorme caparazón negro. Bruscamente, dos brazos
gruesos como sequoias me levantaron en vilo y me tiraron detrás de unas macetas
de hierro, en el momento en que sonaron tres tiros secos de pistola. Acostado
en el piso, saqué mi 38 y traté de adivinar desde dónde venían los disparos. Parapetado detrás
de un gran león de granito, a pasos de mi posición, Quebrantahuesos hacía zumbar a la Uzi.
La espalda que se
desplazaba casi en cuclillas ya era un tipo, era tan ancho como alto, un
cuadrado humano que disparaba con un AK47. Las balas golpeaban en las macetas y
algunas pasaban silbando muy cerca de mis orejas. Desde un Toyota estacionado,
Benita abrió fuego con una ametralladora y bajó a dos tiradores que metían
plomo hacia las macetas. Apunté al cuadrado humano y mi 38 tuvo su bautismo de
fuego. El blanco siguió vivo. Entró chirriando la camioneta Lincoln negra, se
abrió una puerta y una mano me hizo señas que entrara mientras, desde las
ventanillas traseras, se desataba una tormenta de proyectiles sobre los
atacantes. Vi a un chino huyendo empuñando una pistola. Parpadeé y el chino
cayó flameando, perforado como un trapo. Ya en la Lincoln (Quebrantahuesos había saltado siguiendo mis pasos) sentí un ardor
furioso en el antebrazo izquierdo Dejamos los tiros y al cuadrado humano atrás
y empecé a marearme al reparar que el sitio del dolor sangraba. No mames, me saliste medio puñal, broder. No
es nada..dijo el luchador mexicano. Fue allí cuando me desmayé.
CONTINUARÁ…
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