lunes, 19 de agosto de 2013

Saluda a la muerte de mi parte/16

Miguel Angel Molfino
SALUDA A LA MUERTE DE MI PARTE
16° Entrega

RESUMEN:  Según el FBI, Billy Jensen se hallaba en Panamá. Deciden que Leo Fariña salga a mostrarse por la ciudad como señuelo para atrapar al anticuario sospechado de traficante. Le colocan un GPS, un micrófono, le dan un celular y un 38 Special. El FBI le asegura que le cuidará las espaldas y actuará en caso de peligro. Lo dejan en un lujoso shopping. Ya en los pasillos, es interceptado por un tipo. Le entrega una carta. Reconoce la letra de Billy en el sobre.

 Ya había mucha gente que pensaba mal de Billy, pero conmigo siempre fue un gran amigo. Había algo en él que me recordaba a mi abuelo, su mansedumbre era como un tónico sedante. Siempre fui un ansioso y me hacía bien frecuentarlo. Aparentaba tener un carácter débil pero no era así, se imponía con un silencio pesado como un yunque y podía soportar la embestida de una Caterpillar. Digo que era un tipo fuerte pero no malo aunque, a veces, su astucia podía pasar como una refinada forma de la maldad. Me resultaba inconcebible que Billy fuera un traficante de armas. Solía contarme sus viajes a Panamá y en especial a la zona franca de la ciudad de Colón. Tenían que ver con la adquisición de containers repletos de antigüedades y artesanías procedentes del sudoeste asiático. Además, mi amigo era un hombre rico y no encontraba la razón para que se embarcara en semejante aventura criminal. Era lo que yo entendía.
Terminé mi café y prendí un cigarrillo. Mis dedos tamborileaban sobre el sobre. Me resistía a abrirlo y leer finalmente la carta. El miedo me golpeaba cíclicamente la boca del estómago: tenía la sensación de que algo vivo había entrado a mis entrañas, un alien o algo así. En una pitada, levanté la vista y ví a Quebrantahuesos cargando una bolsa de Ermenegildo Zegna. A simple vista supe que allí llevaba la Uzi. Me deslizó una dura mirada mexica. Abrí el sobre. Leí:
“Querido amigo:
Estoy en aprietos. Me han confundido con un maleante y no puedo convencerlos de lo contrario. ¿Por qué viniste a Panamá? ¿Estás en manos de un tal Arzac o Baigón? ¿Viajaste con Don Martin? Necesito hablar con vos. De eso depende mi destino. La gente que me tiene te pasará a buscar por la avenida Punta Darién frente al monumento de la madre, dentro de media hora. No hay peligro alguno. ¡Plis! Ayudame. Un abrazo.
Billy.
PD: Este cheque es para tus gastos. Es de una cuenta que tengo en el Banco Nacional de Panamá, bajo el nombre de Hernán Ruzzi. No te asustes, en este país todo es trucho.
Apagué el cigarrillo no sin antes prender otro con la colilla. Miré el reloj. OK., Leo - me dije- ¿Cuándo regresarás a una vida normal, aburrida y sin un mango, pero libre de peligros y enigmas? Todo era tan raro que asustaba. De chico jamás quise subirme a un tren fantasma pero ahora, a la vejez, viruela: me había comprado todos los boletos. Sonó el celular. Era Tony. Me preguntaba sobre mi encuentro con el tipo y se lo conté. También le dije que Jensen me había citado. Me respondió que no me ponga nervioso, que ellos se iban a ocupar. Vos andá a la cita y aflojá el muñeco, Fariña, acordate que llevás un GPS, y cortó. Resoplé, fumé la última pitada y pedí la cuenta. Mi vida había cobrado una velocidad más propia de un fórmula 1. Vértigo, riesgo y curvas y contracurvas, pero ¿adónde quedaban los boxes?
La salida oeste daba a la avenida Punta Darién. Ya en el estacionamiento alcancé a ver a dos tipos agazapados detrás de una camioneta. A cinco metros de ellos, se movía una espalda como si fuera un enorme caparazón negro. Bruscamente, dos brazos gruesos como sequoias me levantaron en vilo y me tiraron detrás de unas macetas de hierro, en el momento en que sonaron tres tiros secos de pistola. Acostado en el piso, saqué mi 38 y traté de adivinar desde  dónde venían los disparos. Parapetado detrás de un gran león de granito, a pasos de mi posición, Quebrantahuesos hacía zumbar a la Uzi.
La espalda que se desplazaba casi en cuclillas ya era un tipo, era tan ancho como alto, un cuadrado humano que disparaba con un AK47. Las balas golpeaban en las macetas y algunas pasaban silbando muy cerca de mis orejas. Desde un Toyota estacionado, Benita abrió fuego con una ametralladora y bajó a dos tiradores que metían plomo hacia las macetas. Apunté al cuadrado humano y mi 38 tuvo su bautismo de fuego. El blanco siguió vivo. Entró chirriando la camioneta Lincoln negra, se abrió una puerta y una mano me hizo señas que entrara mientras, desde las ventanillas traseras, se desataba una tormenta de proyectiles sobre los atacantes. Vi a un chino huyendo empuñando una pistola. Parpadeé y el chino cayó flameando, perforado como un trapo. Ya en la Lincoln (Quebrantahuesos había saltado siguiendo mis pasos) sentí un ardor furioso en el antebrazo izquierdo Dejamos los tiros y al cuadrado humano atrás y empecé a marearme al reparar que el sitio del dolor sangraba. No mames, me saliste medio puñal, broder. No es nada..dijo el luchador mexicano. Fue allí cuando me desmayé.


CONTINUARÁ…



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