jueves, 16 de mayo de 2013

Saluda a la muerte de mi parte/5

 


Diseño:Adriana Vera
SALUDA A LA MUERTE DE MI PARTE

Quinta entrega



RESUMEN: Liberado Leo Fariña por la policía, recala en su casa. Luego de comer frugalmente decide visitar la casona de Billy Jensen pero un intruso, el escritor de novelas policiales Donato Martínez (que firma su obra como Don Martin.) lo retiene. Dice ser el novio de la bella Antonia. Leo recibe una llamada de Jensen. Le pide que busque una carta. Y se corta la comunicación. Una poderosa moto BMW los lleva a San Telmo.



Cuando encendí las luces Don Martin silbó admirado y dedicó varios minutos en pasear su mirada por los promiscuos objetos de arte. Me llegué hasta la oficina y vi varios sobres sin abrir sobre el escritorio. Me senté y tomé un cortapapeles. El escritor recorría la vasta habitación repleta con la boca abierta. Su asombro era descomunal. Abrí el primer sobre y caí en la cuenta de que no tenía idea de lo que estaba buscando. Marqué al celular de Billy y sucedió lo que esperaba: estaba apagado.

El contenido de los sobres eran catálogos de tiendas, resúmenes bancarios y una tarjeta postal de Praga firmada con amor por un tal Ferdinand. ¡Qué estúpido que soy! –me dije. ¡Hoy las cartas son los mails! Y busqué una computadora con la vista. Allí estaba. Una Vaio negra. Corrí hasta ella, me senté pero lo cierto es que no tenía la contraseña con que Billy Jensen entraba a sus correos. No obstante, metí un dedazo y la pantalla se abrió en la cuenta de gmail de mi amigo. Suelo ser un tipo de suerte. Recorrí el listado de recibidos, sólo eran un puñado y no parecían esconder secretos, pistas o lo que fuere. El vozarrón de Don Martin me llamó desde el templo de las antigüedades. Había hallado sangre. Claro, era la sangre de la bella Antonia, su novia. Él no lo sabía y ni jamás lo sabría. No quería que obstaculizara la investigación con llantos o emociones. Se lo veía muy sanguíneo. Don Martin había extendido su mano hacia mí y me mostraba un pequeño papel celeste manchado de sangre. Lo tomé. Pertenecía a un anotador de un bar del barrio, el logotipo decía “Las flores del Mal- Ajenjo & Co”.Una letra despareja había escrito: “Que el anticuario.no se avive. Avisale a Baygón”. De algún lado me sonaba el nombre del bar, quedaba cerca de la casa de Billy, sobre Carlos Calvo. ¿Éste recado sería la carta que me pidió Jensen? Miré la hora, apenas eran las cinco de la tarde. Le dije al amigo escritor que me pegaría una vuelta esa noche por ese sitio. Yo también, gruñó.

Pasamos la tarde en mi departamento. Faltaban horas para visitar el antro del Mal, la temperatura había bajado y mi departamento en invierno es de hielo. Prendí las hornallas de la cocina y coloqué sobre la mesa la última botella de ron cubano que almacenaba. Un Havana 7 años cálido como una mulata de Camagüey. Empezamos con unos Nescafé aborrecibles, pero era lo que había.

El tal Don Martin me contó acerca de sus novelas, de su afición a los enigmas policiales y admitió que su suerte no había sido la mejor. Mientras, fumábamos. Al caer la tarde, le entramos al ron. Me habló entonces de Antonia, su novia, y lo mucho que la amaba. Un viejo inspector de siniestros no puede evitar el escaneo de su interlocutor. Y no me caían sinceras sus confesiones. Algo no encajaba. Su mirada era esquiva y mostraba un cuello tenso. Cómo se conocieron, pregunté. Que se conocieron en el subte hacía ya dos años. Y que se enamoraron perdidamente. En ningún momento mencionó a Benita, la hermana de Antonia, y yo no se la recordé. Antonia hacía seis meses que había empezado a trabajar de secretaria de Billy Jensen, le atendía ciertos trámites relacionados con las importaciones y exportaciones de antigüedades. Pensé que sería algo muy atractivo revisar la computadora de la difunta Antonia. ¿Dónde estaría esa oficina comercial? El escritor lo ignoraba. Cuando la ventana se llenó de noche y bocinazos, el trasiego del ron había aflojado las palabras de Don Martin. El alcohol quita piernas, decía el Manco Tojo, un ex-boxeador amigo.

A las nueve de la noche, Don Martin se durmió en mi sofá, derrotado por el ron. Antes, le ayudé a quitarse el saco y pude ver el 38 Taurus que calzaba. Revisé sus bolsillos. Además de pelusas, tenía boletos de tren usados, una birome, fósforos, una agenda mínima en blanco y lo que me llamó la atención fue una reserva on line para la compañía Copa Airlines con destino a Panamá y que portaba su pasaporte. Detrás del papel de la reserva se podía leer: “Reserva Hotel Hyatt. Calle 50, zona bancaria (corregimiento de Bella Vista)”. Si se despertaba de la borrachera, su partida sería en dos días.

La cumparsita. Miré el visor del celular, era Billy Jensen. Tenía muchas preguntas que hacerle. También quería explicarme qué diablos hacía yo metido en ese parque de diversiones. Apreté send y atendí.



CONTINUARÁ…










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