Diseño:Adriana Vera
SALUDA
A LA MUERTE DE MI PARTE
Quinta
entrega
RESUMEN:
Liberado Leo Fariña por la policía, recala en su casa. Luego
de comer frugalmente decide visitar la casona de Billy Jensen pero un
intruso, el escritor de novelas policiales Donato Martínez (que
firma su obra como Don Martin.) lo retiene. Dice ser el novio de la
bella Antonia. Leo recibe una llamada de Jensen. Le pide que busque
una carta. Y se corta la comunicación. Una poderosa moto BMW los
lleva a San Telmo.
Cuando
encendí las luces Don Martin silbó admirado y dedicó varios
minutos en pasear su mirada por los promiscuos objetos de arte. Me
llegué hasta la oficina y vi varios sobres sin abrir sobre el
escritorio. Me senté y tomé un cortapapeles. El escritor recorría
la vasta habitación repleta con la boca abierta. Su asombro era
descomunal. Abrí el primer sobre y caí en la cuenta de que no tenía
idea de lo que estaba buscando. Marqué al celular de Billy y sucedió
lo que esperaba: estaba apagado.
El
contenido de los sobres eran catálogos de tiendas, resúmenes
bancarios y una tarjeta postal de Praga firmada con amor por
un tal Ferdinand. ¡Qué estúpido que soy! –me dije. ¡Hoy
las cartas son los mails! Y busqué una computadora con la vista.
Allí estaba. Una Vaio negra. Corrí hasta ella, me senté pero lo
cierto es que no tenía la contraseña con que Billy Jensen entraba a
sus correos. No obstante, metí un dedazo y la pantalla se abrió en
la cuenta de gmail de mi amigo. Suelo ser un tipo de suerte.
Recorrí el listado de recibidos, sólo eran un puñado y no
parecían esconder secretos, pistas o lo que fuere. El vozarrón de
Don Martin me llamó desde el templo de las antigüedades. Había
hallado sangre. Claro, era la sangre de la bella Antonia, su novia.
Él no lo sabía y ni jamás lo sabría. No quería que obstaculizara
la investigación con llantos o emociones. Se lo veía muy sanguíneo.
Don Martin había extendido su mano hacia mí y me mostraba un
pequeño papel celeste manchado de sangre. Lo tomé. Pertenecía a un
anotador de un bar del barrio, el logotipo decía “Las flores
del Mal- Ajenjo & Co”.Una letra despareja había escrito:
“Que el anticuario.no se avive. Avisale a Baygón”. De
algún lado me sonaba el nombre del bar, quedaba cerca de la casa de
Billy, sobre Carlos Calvo. ¿Éste recado sería la carta que me
pidió Jensen? Miré la hora, apenas eran las cinco de la tarde. Le
dije al amigo escritor que me pegaría una vuelta esa noche por ese
sitio. Yo también, gruñó.
Pasamos
la tarde en mi departamento. Faltaban horas para visitar el antro del
Mal, la temperatura había bajado y mi departamento en
invierno es de hielo. Prendí las hornallas de la cocina y coloqué
sobre la mesa la última botella de ron cubano que almacenaba. Un
Havana 7 años cálido como una mulata de Camagüey. Empezamos con
unos Nescafé aborrecibles, pero era lo que había.
El
tal Don Martin me contó acerca de sus novelas, de su afición a los
enigmas policiales y admitió que su suerte no había sido la mejor.
Mientras, fumábamos. Al caer la tarde, le entramos al ron. Me habló
entonces de Antonia, su novia, y lo mucho que la amaba. Un viejo
inspector de siniestros no puede evitar el escaneo de su
interlocutor. Y no me caían sinceras sus confesiones. Algo no
encajaba. Su mirada era esquiva y mostraba un cuello tenso. Cómo
se conocieron, pregunté. Que se conocieron en el subte hacía ya
dos años. Y que se enamoraron perdidamente. En ningún momento
mencionó a Benita, la hermana de Antonia, y yo no se la recordé.
Antonia hacía seis meses que había empezado a trabajar de
secretaria de Billy Jensen, le atendía ciertos trámites
relacionados con las importaciones y exportaciones de antigüedades.
Pensé que sería algo muy atractivo revisar la computadora de la
difunta Antonia. ¿Dónde estaría esa oficina comercial? El escritor
lo ignoraba. Cuando la ventana se llenó de noche y bocinazos, el
trasiego del ron había aflojado las palabras de Don Martin. El
alcohol quita piernas, decía el Manco Tojo, un ex-boxeador
amigo.
A
las nueve de la noche, Don Martin se durmió en mi sofá, derrotado
por el ron. Antes, le ayudé a quitarse el saco y pude ver el 38
Taurus que calzaba. Revisé sus bolsillos. Además de pelusas, tenía
boletos de tren usados, una birome, fósforos, una agenda mínima en
blanco y lo que me llamó la atención fue una reserva on line para
la compañía Copa Airlines con destino a Panamá y que portaba su
pasaporte. Detrás del papel de la reserva se podía leer: “Reserva
Hotel Hyatt. Calle 50, zona bancaria (corregimiento de Bella Vista)”.
Si se despertaba de la borrachera, su partida sería en dos días.
La
cumparsita. Miré el visor del celular, era Billy Jensen. Tenía
muchas preguntas que hacerle. También quería explicarme qué
diablos hacía yo metido en ese parque de diversiones. Apreté send
y atendí.
CONTINUARÁ…
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