viernes, 5 de abril de 2013

El síndrome Rasputín

Por Ricardo Romero


Como en una Blade Runner de cabotaje, sin producción ni aditamentos tecnológicos pero llena de fantasmas, los personajes se mueven en una Buenos Aires que es ésta pero peor, con dos obeliscos y los abandonados túneles del subte convertidos en colonias de marginales, eternamente lluviosa y parcialmente destruida, devastada por los incendios mientras aún espera el estallido de las bombas no detonadas en Once por los “nacionalistas del Bicentenario”. En ese escenario más dislocado que sórdido se mueven personajes acordes, bellos y coherentes con una legalidad alucinada.

En esta maravillosa novela de Romero, los protagonistas son tres tipos raros, tres amigos marginados afectiva y socialmente por la enfermedad compartida, la compulsión a la repetición de gestos, exclamaciones o movimientos que identifican al síndrome de Tourette; son los vulnerables prisioneros de los tics. Casos clínicos perdidos, los queribles Abelev, Maglier y Muishkin se verán envueltos, por afán solidario, en una aventura marcada por lo desaforado. Trepidante novela de ideas, El síndrome de Rasputín –ese tic primario de sobrevivir pese a todo– participa del folletín aventurero desatado a la manera de Edgar Wallace y del grotesco tenebroso del mejor cine mudo.

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