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Tinta roja
Belle Gunness entró en los anales de la historia criminal por haber asesinado a unas 40 personas, entre los que se encontraban sus dos primeros maridos y sus hijos. Reclutaba a sus víctimas con avisos en los diarios.Escribe Daniela Pasik
Altísima, rubia, de
ojos claros y figura llamativa, Belle Gunness tiene el mérito macabro
de haber entrado en los anales de la historia contemporánea como la
primera viuda negra. A principios del siglo pasado, la bella asesinó no
sólo a dos maridos, sino también a sus hijos y decenas de pretendientes.
No se pudo llevar la cuenta exacta de su masacre, pero sí asegurar que
más de 40 personas que la amaban y confiaban en ella perdieron la vida
en sus manos.
Se
ganó un apodo, por supuesto, y es “la barba azul”. Nunca jamás fue
enjuiciada y, como todo mito, nadie pudo asegurar su muerte.
Supuestamente ocurrió en 1908 en un incendio provocado por uno de sus
amantes en el que también fallecieron tres de sus hijos. Ella tenía 48
años y, hasta ese momento, el pueblo de La Porte, en Indiana, Estados
Unidos, la había creído la pobre y fatal víctima de un celoso demencial.
Apenas hubo que remover
la tierra para encontrar la verdad. Fue una mínima intención de mirar un
poco más allá para ver las cosas como eran. La supuesta viuda atrapada
por la tragedia y la mala suerte que buscaba un poco de amor y no lo
lograba, era en realidad una asesina maniática que tenía un pobladísimo
cementerio secreto en el fondo de su casa.
La matanza empezó de
casualidad y se podría decir que lo suyo, en principio, fue la estafa a
las compañías de seguros. Pero con el correr del tiempo Belle le fue
tomando el gusto al asesinato y al culebrón. A sus víctimas las
conseguía por anuncios en los clasificados de los diarios, donde
declaraba ser una viuda adinerada que necesitaba ayuda en sus tierras y
la prueba de amor que exigía era, obviamente, los ahorros del candidato.
Demás está decir que ninguno salió con vida de la granja Gunness.
Nació en Noruega en 1859
y fue una joven más apremiada por el hambre y las ansias de empezar en
un lugar nuevo. Como tantos otros. A los 24 años se subió a un barco
rumbo a Estados Unidos en busca de una vida mejor y en Chicago conoció a
su primer marido, Mads Sorenson.
Los más cruentos
asesinos puertas adentro suelen ser recordados por sus vecinos como
discretos y amables. Así la describieron quienes la conocieron en su
local de venta de dulces y quizás entonces, en aquella época, Belle era
realmente una muchacha agradable. Una joven inmigrante progresando en su
nuevo hogar.
El matrimonio adoptó
tres niños, Jennie, Myrtle y Lucy –todos terminarían muertos a manos de
su nueva madre con el correr del tiempo– y todo iba más o menos bien
hasta que un día el negocio comenzó a dar pérdidas. Realmente nadie
sabe, nunca se supo bien qué pasó, pero un día se incendió todo y la
familia cobró el seguro que los ayudó a salir de apuros. ¿Fue una
casualidad? ¿Lo planearon Belle y Mads? Una opción o la otra, la
situación le dio una idea a la mujer: decidió que sería viuda.
Su primer marido, su
muerte misteriosa, fue el puntapié inicial de la lenta, prolija y
silenciosa matanza que comenzó la discreta noruega. Belle cobró dos
pólizas de seguro de vida de casi 8 mil dólares, que en 1900 era una
suma enorme. El médico que hizo el certificado de defunción de Sorenson
determinó que el fallecimiento fue por un ataque al corazón y la viuda
se mudó con sus hijos y el dinero recaudado a La Porte, Indiana.
Siguió con timidez,
digamos. Recién llegada, consiguió un segundo marido. Peter Gunness le
dio su apellido, un hijo, la granja y un suculento seguro de vida
después de morir en un accidente bastante polémico: se habría caído
sobre una maza que le aplastó el cráneo. Palo y a la bolsa. Y podría
decirse que Belle se engolosinó. Qué fácil era quitarles la vida a los
hombres, los hombres que iban enceguecidos hacia ella. Entonces, como
una araña, comenzó a tejer su red.
“Viuda rica, atractiva,
joven, propietaria de una granja, desea entrar en contacto con caballero
acomodado de gustos cultivados con el objeto de contraer matrimonio”.
Ese fue el aviso que puso en el diario y los pretendieron cayeron como
moscas. Fueron tantos, que Belle se dio el gusto de hacer un casting y
seleccionó los que le parecieron más exprimibles: con ahorros y sin
familia.
Les envió a cada uno una carta idéntica, que
decía: “Su respuesta me ha llenado de alegría y tengo la seguridad de
que es el hombre ideal para mí. Estoy convencida de que sabrá hacer que
tanto yo como mis niños seamos felices y que puedo confiarle cuanto
poseo en este mundo. Voy a ser sincera, no debe haber engaños ni
disimulos por cualquiera de las dos partes. Tengo 75 acres de tierra y
la cosecha es muy variada. Todo esto ya está casi pagado. He descubierto
que ocuparme de la granja y los niños va más allá de mis fuerzas. Mi
idea es encontrar un compañero a quien pueda confiárselo todo... He
decidido que cada candidato que ha merecido mi consideración debe hacer
un depósito en efectivo o acciones. Creo que es la mejor forma de
mantener alejados a los estafadores. Valgo un mínimo de 20 mil dólares y
si usted puede traer consigo 5000 para demostrar que se toma el asunto
en serio, hablaremos del futuro”.
Fueron muchos, incontables, los que quedaron
atrapados en esa red. Llegaban, hacían el depósito y ella los envenenaba
o mataba a golpes. Después los enterraba o se los daba de comer a los
chanchos. Su hija mayor también cayó en sus garras porque comenzó a
sospechar. La madre le dijo a todo el mundo que la había mandado a la
universidad, pero tiempo después la policía encontró sus restos en el
jardín de la granja.
El resto de su descendencia también terminó
sus días fatalmente. Los tres niños murieron quemados una noche de abril
de 1908 en un incendio en el que supuestamente también Belle perdió la
vida. El cuerpo que encontraron no tenía cabeza y nunca se pudo terminar
de corroborar si era ella o no. El acusado y encarcelado por esto fue
un tal Roy Lamphere, amante y empleado ocasional en la granja, quien
terminó su existencia en prisión asegurando que la viuda negra seguía
con vida.
Durante las décadas siguientes muchos
aseguraron haber visto a Gunness en distintas ciudades y pueblos a lo
largo y a lo ancho de todo Estados Unidos. En 1931 apresaron a una
anciana llamada Esther Carlson en Los Ángeles por envenenar a un hombre
para conseguir su dinero y se dijo que era la temible y desaparecida
Belle. Más misterios para el mito, la acusada murió antes de que se
celebre el juicio.
Fuente:http://elguardian.com.ar/nota/revista/323/la-primera-viuda-negra
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