lunes, 8 de julio de 2013

Saluda a la muerte de mi parte/12



MIGUEL ANGEL MOLFINO

SALUDA A LA MUERTE DE MI PARTE
12° ENTREGA
RESUMEN: Leo Fariña se reencuentra en su cautiverio de la Esclusa 13 con el Yuppie Damián Otarduy y Elaine Melvielle, la creativa, sus ocasionales compañeros de barra en el bar“Las flores del mal”. Lo interrogan sobre el paradero de Jensen pero Fariña no sabe nada. Súbitamente, todos deben huir del sitio porque una banda de chinos empieza a atacarlos. Se desata un ruidoso tiroteo.

Cerrando los ojos, disparé el Magnum. El retroceso del arma me levantó el puño y se me escapó un segundo balazo que perforó el techo del auto. No obstante, alcancé a ver que mi primer tiro le hizo estallar la cabeza al conductor de la camioneta atacante. Chirriaron los frenos, dio una voltereta y volcó.  Un chino voló, con arma y todo, por una de las puertas traseras en tanto la camioneta explotaba con un estrepitoso hongo naranja. Miré el Magnum estupefacto. Quebrantahuesos me observaba admirado. El Yuppie aullaba: “¡Sos un grande, Dillinger””, y se reía a los gritos.
Huímos por la avenida Boyd-Roosevelt bajo una lloviznita insidiosa. Cada tanto, el Alfa Romeo resbalaba en el barro chirle del pavimento. Nos reunimos con el grupo de la camioneta Lincoln en un frondoso parque. Parlamentaron a unos metros del banco de metal en el que me había sentado.  Me dolían el bíceps y el antebrazo: el Magnum es un arma dolorosa. Elaine, la creativa, a veces volteaba para verme, quizá mi hazaña ya era leyenda. El revólver me pesaba en la cintura pero me hacía bien sentirlo. No podía estacionar un solo pensamiento en mi cráneo. Tampoco podía olvidar el baldazo de sangre de la cabeza del chino de la camioneta . La anaconda del hambre había empezado  a recorrer mis tripas. Miré el reloj: eran las doce y treinta panameñas. Se me acercaron el Yuppie y Elaine la Creativa:
-      Te vamos a reubicar, ya te tienen identificado los de la mafia de Xué Zhán…- El yuppie hablaba muy pausado, como si le doliera pensar.
-      ¿Y quiénes son ésos?
-      Xué Zhán quiere decir en chino “lucha sangrienta”. Andan detrás de Billy Jensen, ya te voy a explicar.
-      ¿Y cómo es éso de que me tienen identificado?
-      Saben que sos amigo de él y que estás en Panamá buscándolo. Ya ves cómo te recibieron.- El Yuppie, por momentos, hacía destellar una sonrisita irritante.
-      ¿Y cómo hicieron para conocer tanto detalle?-- 
-      Tenemos un informante en Buenos Aires. Es el dueño de un supermercado chino instalado frente a tu departamento.
Quedé boquiabierto. Los miré y pensé que estaba metido en una película de terror.  O algo peor. Porque esto era tan real y siniestro que olía a pólvora, a ataúd, a cementerio. Pero, ¿en manos de quiénes estaba yo? Mi vida había adoptado una alarmante estrategia cortoplacista.
-      Te vamos a cuidar, bombón…--  Ronrroneó Elaine La Creativa, cubriéndome con una capa de xilocaína tierna. Por un rato me hizo olvidar que mi vida corría peligro.
Seguimos viaje en el Alfa Romeo Quebrantahuesos, Elaine y yo. El Yuppie conducía sin apuro, tal vez disimulando nuestra condición de salvajes. Así me veía yo: como un killer bestial.
Me acomodaron en un lujoso departamento, piso 35, del Condominio Bahía Pacífico: 180 metros de concreto con vista al mar. El Yuppie me hizo sentar en un enorme sillón amarillo, me convidó un cigarrillo, mientras él se sentaba frente a mí en otra maravilla del diseño moderno. Elaine nos dejó solos no sin antes tirarme un mohín sexy y afrodisíaco, puro almizcle. Vos seguí jodiendo nomás, no soy de hielo, nenita, pensé.
Quebrantahuesos salió de la cocina con una bandeja: nos traía un par de margaritas. Elaine y yo les cocinaremos, ustedes hablen tranquilos, dijo el urso.
 Lloviznaba. La neblina borraba el horizonte y se comía un bocado de la bahía. Más allá de los ventanales, el calor húmedo estaría achicharrando a medio Panamá. Me sentía a salvo y no entendía por qué. Me dediqué a fumar. La margarita sabía ardiente y dulzona. Mexican style, mi güero.
De pronto, llegó Benita. Venía acompañada de dos grandotes, pelos rubios de cepillo , mandíbulas de boxer, ataviados con camisas hawaianas. Típicos yanquis en el trópico. Uno de ellos, muy parecido a Robert Mitchum, cargaba dos maletas. Acercaron unos puf animal print y se ensañaron en mirarme en silencio. No sabía por qué lo hacían con esa intensidad. O tenían miradas de rayos X o era un entrenamiento para futuros hipnotizadores.
-      Dame el Magnum –Dijo Benita. Ostentaba en su mano un 38 Special. Era la voz cantante pero olí que no era el jefe.
Se lo alcancé y en el mismo envión puso en mi mano el 38. Lo sopesé mientras la cara se me llenaba de preguntas. El olorcito a fritanga que llegó de la cocina me desconcentró.
-      …no sea cosa que ellos te agarren desarmado, además—terminó diciendo Benita.
Asentí y armé una cara de circunstancia, de una vaga seriedad. Fumé la última pitada y acabé con mi margarita. Tenía el estómago vacío y el tequila había despertado a unos alegres mariachis en mi cerebro. Bien vista y dejando de lado sus ademanes bruscos, Benita era una mujer hermosa en su atardecer. Muy parecida a su finada hermana Antonia. Señalando una de las maletas me dijo que allí tenía ropa nueva, que no se me ocurriera pasar por el hotel ni por sus inmediaciones. Suspiró y mirando la punta de sus zapatos, le preguntó al Yuppie:
-      ¿Ya le dijiste que somos del FBI?

CONTINUARÁ…








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