Miguel Angel Molfino
SALUDA A LA MUERTE DE MI PARTE
14° ENTREGA
RESUMEN: Tony, del FBI, le hace un cuadro de situación a Leo Fariña, en el que señala a la mafia china y al propio Bureau como perseguidores de Billy Jensen, sospechado de ser uno de los jefes de la banda de traficantes denominada “La Tormenta”. Jensen habría estafado en cinco millones de dólares a los chinos y según parece, también a su ex socio, Baygón. Leo comprende que él es la carnada del FBI para capturar a su amigo Jensen.
Habían pasado diez días desde que me había convertido en mojarrita. Diez días sin salir ni al balcón. Ellos, el FBI, estaban demasiado ocupados en perseguir pistas antes de largarme a la calle para que el olor de mi miedo atraiga a Billy Jensen. Casi no comía, me dedicaba al queso, a las frutas, a los huevos fritos. Nunca me gustó cocinar en estado de soledad, siempre me deprimió. Sí, en las tardes, el ron y el whisky entonaban melodías en mi corazón. El departamento apenas era visitado por los del FBI. Me sentía solo y el temor a que me mataran había sido reemplazado por una floja melancolía y un sabor a nada, como dice el bolero. Hacía mucho que no yacía, en el sentido bíblico, con una mujer y se notaba. Pero, un día cualquiera sonaron las trompetas sagradas. Las escuché ni bien se abrió la puerta y entró ella, Elaine la creativa, trayendo consigo su cuerpo de criollita polenta.
Vestía una solera de organdí color natural, sandalias de cuero crudo y unos labios como rosas rojas de carne. La abstinencia hizo que me chiflaran los oídos cuando me saludó. No la escuché, sólo vi la modulación de su boca. Eran las once de la mañana. Un sol vigoroso atravesaba los cortinados de voile, vigor que se terminó difundiendo a todo el piso. Recordé que un par de días atrás me había sorprendido gritando ¡voglio una donna! frente al ventanal del living. Admirado por mi poder de convocatoria, la saludé con untuoso cariño.
Elaine la creativa me contó que venía a recoger un pasaporte falso y unos dólares de la caja fuerte. Sospeché que eso era solo una excusilla: ella, casi estaba convencido, había venido por mi cuerpo y por mí. Pues, mis mejores temores se confirmaron en pocos minutos. Allí estábamos, en el sillón amarillo, besándonos, abrazándonos, enroscándonos, mientras una temblorosa compulsión nos incitaba a desnudarnos casi a dentelladas. Los latidos ancestrales del más primario de los instintos viajaban setecientos mil años, desde el Pleistoceno, por nuestro ADN, recorriendo largas cadenas de dobles hélices, haciéndose sangre, sustancias, efluvios, ¡azuquita!
Quedamos muertos, exhaustos.
Abrí lentamente los ojos y vi una mínima arañita corriendo en el cielorraso. La seguí con la mirada hasta que tropecé con la cabellera dormida de Elaine la creativa. Era una de las más lindas mujeres que jamás tuve en mis brazos. Además, pertenecía al FBI lo cual no es poca cosa. Sonreí porque cuando le contara esta aventura a mi amigo Juancho, carnet N° 9.152 del Partido Comunista, estaba seguro que se sentiría vengado de los atropellos con los que siempre lo azotó el imperialismo yanqui. Suspiré y me saqué de la boca una larga hebra de pelo de mi agente encubierta. Habían pasado veinte minutos desde el momento en que abrió la puerta. Me dije: Leo Fariña, sos un capo. Con extrema dulzura, aparté su cuerpo y fui en procura de un cigarrillo y un trago de whisky.
Busqué un vaso y me empecé a servir. Cuando estaba sacando la tapa de la hielera, un portazo y unas voces rompieron el silencio . Salí al pasillo alarmado. Tony y Quebrantahuesos me miraban de arriba abajo con unas “O” enormes en sus respectivas bocas. Obviamente, yo estaba desnudo.
- ¿Qué hacés en pelotas, nene? –dijo Tony, indignado- Andá a vestirte que está por llegar Elaine.
Y empezaron a avanzar en dirección al living.
- ¡Noooooooooooo! –grité.
Se detuvieron en seco, Quebrantahuesos derrapó pero se sostuvo gracias a la pared.
- ¿Qué te pasa a vos, Fariña? ¿Estás en pedo, te drogaste, te volviste loco? – la irritación de Tony era grande.
La voz de Elaine llegó desde el living. Somnolienta voz gatuna.
- ¿Qué pasa ahí, dulce?
Los dos se miraron y se preguntaron al unísono: ¿Dulce?
Abruptamente, sus ojos se abrieron como los de un perro encandilado. A mis espaldas había irrumpido Elaine y todas las maravillas del mundo que cargaba en su cuerpo. Sonreí, se me cayó el vaso de la mano y me tapé los genitales. Elaine sólo dijo: Hola, chicos, ¿qué hacen por acá?
Minutos después, ya vestidos y sin preguntas, nos reunimos en el comedor. Elaine retiró de la caja fuerte un pasaporte mexicano y tres fajos de dólares. Se los repartieron, uno cada uno. Hablaban en inglés. Yo me mantenía en silencio y no podía dejar de mirar a Elaine. Por un momento, pensé que me había enamorado. Pero, yo le había dejado de interesar, cero miradas, cero todo.
- Mañana te sacamos a la calle –dijo Tony bruscamente.
Asentí con un gestito casi invisible.
- Vas a llevar un micrófono y un GPS en el cinturón- agregó.
- Y tu revólver, carnal, si no quieres ver a la Virgen de cerca- dijo Quebrantahuesos y lanzó una risotada escalofriante.
Así es, sonó muy escalofriante.
Continuará…
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