lunes, 1 de julio de 2013

Saluda a la muerte de mi parte/11

Miguel Angel Molfino
SALUDA A LA MUERTE DE MI PARTE
11° Entrega
RESUMEN:  Ya en Panamá, Fariña es citado por teléfono, la voz es de una mujer. Cuando concurre al encuentro, es secuestrado por unos tipos desconocidos. Lo trasladan hasta la Esclusa 13 del Canal de Panamá. Lo meten en un edificio. Allí se reencuentra con el luchador mexicano “Quebrantahuesos” y luego con la mujer que le hiciera el llamado. Ella resulta ser Benita, la hermana de la asesinada Antonia, y mucama de Billy Jensen.

La mujer, Benita, se dejó caer en el sillón. La noticia de la muerte de su hermana la fulminó. No lloraba, sólo miraba el piso y hamacaba el cuerpo. El gran danés se acostó y se puso a soñar. De pronto, Benita levantó la vista y me clavó esos dos plomos de 9 mm. que tenía por ojos. Abandonó el escritorio y le dijo algo al oído al tipo de la guayabera floreada. Sabía que mi cuero se había devaluado mucho en los últimos minutos. No era la primera vez que me  despertaba en un lugar desconocido y en medio de una pesadilla, pero, así y todo, uno nunca se acostumbra. Añoré por un segundo a Nancy, hacía mucho que no la recordaba. Me dije que no tenía sentido ablandar el alma cuando, tal vez, en los próximos minutos, me hagan añicos el cuerpo.
El tipo de la guayabera dejó el cuarto mientras marcaba su teléfono celular. Quebrantahuesos se ubicó a uno de mis costados, con los brazotes caídos y los puños cerrados.
-      ¿Quién te mandó a meter las narices por aquí? –dijo la voz cascada de Benita. Al hablar sus senos se mecían inquietos.
-      Nadie, por favor, ya le dije que viajé hasta aquí porque quería saber adónde está mi amigo Billy.
Ella estiró los pequeños labios rosados imitando una sonrisa. Regresó al escritorio y empuñó la Walther P38 y me encañonó. Cuando iba a rogarle que no me matara, ella bajó el arma y dijo:
-      Es gracioso, amigo Don Martin…
-      Leo Fariña, señora – corregí.
-      Para el caso es lo mismo, imbécil. Es gracioso, decía, que los dos estemos buscando a la misma personita…¿Dónde está Billy Jensen, Faena, Fariña o como te llames?
-      Es que no lo sé, desapareció como ya se lo conté. Estoy aquí de metido nomás…Es más, creo que abandono la búsqueda de Billy y me vuelvo a…
A un gesto de Benita, Quebrantahuesos me metió un cachetazo en la nuca que me tiró al piso. Medio groggy alcancé a oir que ella le decía que todavía no me quería muerto. También escuché una voz en mis espaldas que dijo: Ya vienen.
La montaña de carne me levantó y me soltó en un sillón de cuero rajado y maloliente. El mundo estaba fuera de foco. En la turbiedad, vi que Benita servía un generoso whisky. Me lo acercó y dijo: tomalo que te va a venir bien.
-      ¿Es mi última cena?- me hice el gracioso.
-       Como quieras pero tomátelo…
Los barcos seguían atravesando la Esclusa 13, sus bocinas ahora me sonaban lúgubres, funerarias. El whisky me taladró el esófago, nunca  lo tomo sin hielo. Tosí. Escuché la carcajada del mega mexicano. Y luego, la tonada panameña del tipo de guayabera diciendo: Pasen, está ahí dentro…
Ante mis ojos, tras sufrir una avalancha de asombro, estaban de pie el yuppie Otarduy y Elaine Mervielle, la creativa, que fueran momentáneos compañeros de barra en el bar Las Flores del Mal. Vaya sorpresa. No entendía nada. ¿Todo era una conspiración o los que estábamos ahí éramos los pocos que quedábamos vivos en la Tierra?
-      Qué chico que es el mundo…- dije.
Los dos sonrieron. Vestían como una despreocupada pareja que, hasta hace un rato, hubieran estado navegando  en un velero.
-      ¿Tomando whisky tan temprano, Fariña? -  El tono de Otarduy parecía recién afilado en una chaira.
-      Me lo convidó la señora.
-      ¿Cómo te trata Panamá?
-      Hasta ahora bien aunque me duele la cabeza …estoy apunado.
-      Entonces, decís que no sabés dónde está Jensen.
-      No, justamente vine a Panamá para…
-      Para encontrarte con él, ¡no me tomés por pelotudo, idiota!
Elaine la creativa intercedió por mí. Guiñó uno de sus peligrosos ojos y el yuppie aflojó la presión sin dejar de resoplar y de pegar un puñetazo en la pared. Benita los llamó y salieron de la habitación. El gran danés los siguió, orinó en el marco de la puerta y jamás reapareció.
Quebrantahuesos me miraba como si yo fuera  un conejo azul. Le sonreí y me gruñó. Terminé mi whisky y prendí un cigarrillo. Era evidente que estaba viviendo en el Planeta Confusión. ¿Quién es, en realidad, Billy Jensen? ¿Es aliado de Baygón? ¿Benita no era una mujer fiel a mi amigo?  ¿El yuppie y la creativa Elaine eran “los otros”? Me trastornaba en especial lo secreto o lo invisible de este embrollo. El aire acondicionado apenas refrescaba: el calor y la humedad eran un suplicio. Afuera había dejado de llover y cuando empezaba a fantasear con fugarme, regresaron los tres notoriamente nerviosos.
-      Sacálo a éste por atrás y metelo en mi auto –dijo el Yuppie  en tanto se hacía de una Uzi que estaba en una caja de cartón. El urso lo miró estupidizado.
-      ¡Dale, apurate, pinche pendejo, que los chinos están rondando cerca de aquí ! – La cara del Yuppie tenía el color del caballo del Llanero Solitario.
De un empellón, quedé sentado en el asiento trasero de un Alfa Romeo blanco. La camioneta Lincoln partió rauda con las mujeres a bordo. Cuando arrancamos escuché dos, tres detonaciones. Uno de los balazos hizo trizas la luneta. El Yuppie me pasó un Magnum 354 y me gritó: Si no lo sabés usar, aprendé ahora. Quebrantahuesos ya rociaba el paisaje con la Uzi.

Continuará…



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