viernes, 3 de octubre de 2008

Los Crimenes de Oxford






Título original: The Oxford Murders.


Director: Alex de la Iglesia.


Guión: Jorge Guerricaechevarría, Alex de la Iglesia.


Género: suspense.


Intérpretes: Elijah Wood, John Hurt, Leonor Watling, Julie Cox.
País: EE UU – España.


Año: 2008.

Alex de la Iglesia adapta la novela de Guillermo Martínez, Crímenes Imperceptibles, y el resultado final es una especie de novela de enigma en material fílmico. Muy interesante la introducción académica con el profesor Arthur Seldom (John Hurt), aunque las imágenes del comienzo, imágenes bélicas que desorientan, muestran al filósofo L. Wittgenstein escribiendo su Tractatus en medio de la balacera… El contexto académico e intelectual queda planteado con esta escena. – A propósito, muy buena la actuación de John Hurt: lo mejor de la película.
El planteo del argumento se resume con facilidad: Martin (Elijah Word), un estudiante norteamericano, necesita alguien que le dirija su tesis de grado; por eso concurre a Oxford, donde asiste a las conferencias brindadas por el prestigioso Seldom, un ex catedrático que en realidad vive ahora de los libros que promociona mediante sus histriónicas apariciones.
Ahí nos encontramos con un planteo (inusual en el cine más masivo) de tipo existencial-filosófico, concentrado en la vieja pregunta: ¿podemos conocer algo de la realidad? El crimen que irrumpe enseguida en la trama, en una escena abierta con un plano secuencia bien logrado, termina de ligar los destinos de alumno y profesor.
Las muertes se suceden, pero acompañadas de mensajes crípticos, que el matemático y lógico, acompañado por el aspirante a serlo, deben intentar descifrar… El primer misterio con el que se encuentran consiste en que las muertes, de no ser por el mensaje que las acompaña en cada caso, podrían ser catalogadas como naturales, como casuales. La pista que deja el asesino, en todo caso, exige una lectura hecha desde la academia. Imposible un planteo más próximo al policial de enigma, porque las muertes no parecen tener otra motivación que la de presentar un desafío intelectual.
Hasta ahí, todo bien, aunque sea cierto que con el correr de los minutos la película decae, en parte gracias a la trama paralela que va asomando, una trama afectiva problemática, triangular, de la que lo menos que se puede decir es que no resulta creíble. Quizá en esto la transcripción del texto de Guillermo Martínez le haya jugado una mala pasada a Alex de la Iglesia, porque siendo diferentes los tiempos y el «verosímil» de la película (se trata de dos estéticas que admiten paralelismos sólo aparentes) algunos rasgos del argumento no logran «entrar» en el formato fílmico. En especial, la impresionante Leonor Watling no consolida su enigmática (por lo veloz) aparición en la trama; y todo el costado «afectivo» y erótico del producto (incluído el típico «clip» caliente), parece como si estorbase el desarrollo natural de la historia policial.
¿Marcas de obras anteriores? Los crímenes acompañados de indicios y lecturas académicas, recuerdan al planteo de El Nombre de la Rosa, bien es cierto que en este caso de un trasfondo más filosófico-teológico que matemático y geométrico. En cuanto a la estética de la imagen, se relaciona con la matriz hitchkockiana, con un plano secuencia sensacional que recuerda a cierta toma famosa de Ciudadano Kane, de Orson Welles (la cámara «penetrando» a través de una ventana).
Las actuaciones son buenas en general (excepto el espantoso estudiante ruso, compañero de Martin: sin palabras), de por sí el elenco es interesante y con buenos antecedentes. El planteo es interesante, la resolución también (por supuesto que, siguiendo las convenciones del género, hay sorpresa). Sólo se lamenta la mencionada esquizofrenia de la trama, que por momentos hace que el producto huela a cine comercial.

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